Autoestima basada en el logro

Autoestima basada en el logro y en la autoevaluación y alternativas más saludables basada en la autocompasión   Tradicionalmente la autoestima se ha planteado de manera errónea, como una autoevaluación. Para tener buena autoestima, se plantea un balance entre la parte de uno mismo que nos gusta y que es positiva, y aquella que no […]

Enamórate de ti

El libro de Walter Riso: Enamórate de ti es un libro de autoayuda poco convencional. Es un libro cuya lectura no se hace en ningún momento pesada ya que está lleno de ejemplos prácticos, de consejos y reglas que puedes aplicar en tu día a día para aumentar tu amor propio y en consecuencia mejorar tus relaciones con los demás.

 

Este libro tiene frases y enunciados que te ayudan a mejorar tu autoestima, a verte de una manera diferente y a evitar las trampas que te pone tu cerebro para encontrar el amor hacia ti mismo y así poder tener una mejor calidad de vida y ser mentalmente más sano.

 

Te ayudarán mucho los ejemplos de situaciones que vemos y hacemos todos los días sin ser conscientes de cuanto nos afectan y de cómo nos hacemos daño aunque sea sutilmente.

 

Lo primero que hace el autor es dividir la autoestima en cuatro componentes básicos: autoconcepto, autoimagen, autoreforzamiento y autoeficacia. Los llama los soportes de un yo más sólido y saludable, que si falla alguno o funcionan mal nuestra autoestima será más inestable.

 

El autoconcepto

 

Es lo que piensas de ti y por consiguiente lo que te dices a ti mismo, como te tratas y lo que te exiges. Aquí Riso dice algo curioso pero muy real y es que, hay quienes andan (andamos) con un garrote invisible con el que se golpean cada vez que algo les sale mal. Si fracasan TODO ha sido su culpa y si tienen éxito ha sido cosa de “suerte”.

 

Dentro del autoconcepto, hace referencia a la mala autocritica, la autocorrelación negativa, la autoexigencia despiadada y el todo o nada, cada uno de ellos con ejemplos de que es lo que hacemos y como en términos generales no tenemos un buen concepto de nosotros mismos.

 

Para salvar el autoconcepto propone: Ser más flexibles con nosotros mismos, porque en la vida no es todo bueno o malo y hay cosas que no están en nuestro control para hacer que algo salga bien o mal.  

 

También propone tener metas más acordes a nosotros y que sean alcanzables, poner submetas para disfrutar del trayecto. Si nos ponemos metas inalcanzables dice, viviremos “Frustrados y amargados”.

 

Otras recomendaciones que hace para mejorar el autoconcepto es no mirar solo lo malo en nosotros mismos, no pensar mal de nosotros, acercarnos nuestro “yo” ideal a nuestro “yo” real y aprender a perder.

 

La autoimagen

 

En esta parte, el autor reflexiona sobre el peso que tienen en nuestra sociedad y en nuestro futuro el juicio estético que existe en nuestra cultura. Constantemente nos comparamos y comparamos a quienes nos rodean bajo parámetros de belleza que si bien no son universales, existen ciertas normas no escritas que afectan mucho a quienes no las cumplen.

 

Después de un tiempo y bajo nuestra lupa personal, integramos aquello que nos dijeron, los motes que nos dieron y las aplicamos a nosotros mismos. Casi nadie se salva de esto, casi siempre nos sobra o nos falta algo, que sabemos detectar con gran habilidad y que puede derivar en una obsesión por lo estético o en casos más graves en un trastorno dismórfico.

 

Propone trabajar y decidir “tu propio concepto de lo bello”, intentar no parecerte a nadie, uniformarte o seguir la moda dócilmente y gustarte a ti mismo, inventar tus propias pautas de belleza ya que todo está en la actitud.

 

Para mejorar la autoimagen propone: Tratar de definir tus propios criterios de la belleza, no ser tan estrictos ni buscar la perfección física, destacar las cosas que más nos gusten de nosotros, no compararnos injustamente y proyectar como nos sentimos, porque así las personas nos trataran de acuerdo a esa imagen que proyectamos.

 

El autoreforzamiento

 

El autor lo refiere como reforzarnos, premiarnos, dedicarnos tiempo como hacemos con los demás. También habla de lo difícil que es gratificarnos, tener tiempo para nosotros y de cómo postergamos el placer porque es lo que nos han enseñado desde niños. dice que deberíamos ser más hedonistas, vivir con pasión y pensar que si no hacemos daño a otros o a nosotros mismos podríamos hacer lo quisiésemos.

 

Propone para incrementar el autoreforzamiento: Buscar por buscar, ser más curiosos, no dejar que nuestros pensamientos obstaculicen nuestros sentimientos y disfrutar, ser más sensibles al placer. Dice que debemos autoelogiarnos y felicitarnos cuando hemos hecho algo bien.

 

Sin embargo, según el autor, no podemos autorreforzarnos debido a tres factores principales: Creemos que no lo merecemos o no fue gran cosa lo que hicimos, que es nuestro deber y que autoelogiarse es de mal gusto.

 

Para conseguir autoelogiarse más, habla de que podemos aplicar a nosotros mismos los elogios que decimos a los demás. Aquí hace una categorización de los elogios que pretende ayudarnos a entender mejor como funcionan. Los categoriza en elogios impersonales, personales, dirigidos a ciertas características y elogios donde el que los hace está involucrado.

 

Para hacerlo propone hacernos más conscientes de nuestro dialogo interno, de lo que nos decimos a nosotros mismos, comenzar haciendo un autoelogio en voz baja hasta que poco a poco este se convierta en algo internalizado y practicarlo bastante para que se vuelva automático.

 

La autoeficacia

 

Riso dice que es la opinión afectiva que tenemos de nosotros mismos, la confianza que tenemos en que lograremos alcanzar lo que nos propongamos. La desconfianza en nosotros puede provocar que ni siquiera intentemos algo aunque tengamos la capacidad de hacerlo, tenemos la certeza de que nos va a salir mal.

 

Dentro de este concepto habla de cómo tenemos la percepción de que nada puede hacerse ante un evento estresante o doloroso, tenemos la experiencia de no tener el control lo cual suele causar depresión y cortar nuestro ímpetu de lucha. No intentamos modificar las situaciones porque son externas a nosotros o también por creencias culturales.

 

Según el autor evitamos enfrentarnos a las cosas incomodas o difíciles y esto provoca que tengamos creencias irracionales o actuemos inadecuadamente para tratar de solucionar el problema.

 

Esto ocurre debido a tres factores: que vemos las cosas incontrolables, que creemos que nuestra conducta está regulada más en factores externos y que nos atribuimos injustamente la responsabilidad de lo malo más que de lo bueno.

 

Para lograr una mejor autoeficacia propone: Eliminar el no soy capaz, ser menos pesimistas y fatalistas y ser un poco más realistas y arriesgarnos más. Intentar recordar lo bueno y no solo lo malo y revisar nuestras metas y no subestimarnos y acomodarlas por miedo o por creer que no somos capaces.

 

He hecho un muy breve resumen de este libro que recomiendo leer a profundidad porque cada capítulo, cada parte te lleva a una reflexión, a preguntarte y dialogar contigo mismo y a darte cuenta en que aspectos puedes mejorar e incluso te dice como hacerlo.

 

El Caballero de la Armadura Oxidada

Autoimagen y redes sociales

AUTOIMAGEN Y REDES SOCIALES:

¿Cuántas veces te has cazado a ti mismo comparándote con alguna persona que aparece en tu feed de Instagram? Es evidente que nos comparamos constantemente con el resto de las personas. Tanto es así que el psicólogo social Festinger elaboró en 1954 su teoría de la comparación social. Ésta se basa en la creencia de que las personas tenemos el impulso de autoevaluarnos y que es mediante la comparación como elaboramos la idea de nosotros mismos.

Por tanto, la comparación siempre ha estado presente, ya que nos permite situarnos dentro de un continuo. Sin embargo, parece que desde el nacimiento de las redes sociales la comparación ha traído muchas más consecuencias que simplemente el hecho de colocarnos en un continuo. Las redes sociales nos permiten estar conectados y acceder a una gran cantidad de información y contenido, pero a su vez si no somos cuidadosos nos pueden ofrecer una visión sesgada de la realidad. Cuando creamos un perfil en redes sociales podemos mostrar a los demás las partes de nosotros que queramos y podemos elegir estas partes de formas más o menos conscientes. En términos generales lo que nos encontramos en Instagram o TikTok son personas mostrándonos su mejor cara. Esto es algo que no podemos perder de vista.

Muchas veces nos comparamos físicamente con otras personas que seguimos en redes sociales (influencers, actrices, modelos…), lo que puede generar un daño en nuestra autoestima y autoimagen en algunas ocasiones. Entendemos la autoimagen como la representación que tenemos de nosotros en el plano más físico o externo, es decir, sería como mirarnos a un espejo y describir lo que estamos viendo. Y la autoestima sería lo que sentimos hacia nosotros mismos, es decir, cómo nos queremos. Entonces, ¿Qué pasa cuando no dejo de compararme con personas que veo redes sociales? Como hemos dicho antes, las personas tienden a mostrar en redes sociales los aspectos más positivos de ellos mismos y sucede lo mismo con el aspecto físico. Por tanto, muchas veces nos encontramos comparándonos con imágenes poco reales o incluso a veces un tanto distorsionadas. Estas comparaciones pueden generar un gran malestar, alimentando nuestras inseguridades, complejos y ansiedades y afectando enormemente a nuestra autoimagen y autoestima.

Para disminuir este malestar debemos tener en cuenta que no todo lo que vemos en redes sociales es real. Un ejemplo muy claro de esto es el uso de los tan extendidos filtros de belleza que nos modifican para dar una imagen más “atractiva” según los cánones de belleza predominantes.

Por tanto, es importante no caer en una comparación constante ¿cómo? Buscando cuentas que te inspiren y con las que no te compares de forma negativa. También es importante que dejemos el móvil y las redes sociales de lado un tiempo durante el día y conectemos con nuestra realidad. En definitiva, quizá sea mejor restarle tiempo a este tipo de comparaciones y prestar más atención a nuestra propia vida, centrarnos en el momento presente, buscando disfrutar de nosotros mismos y dedicarnos momentos de autocuidado y compasión.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:

  • En tu día a día, ¿eres capaz de elogiarte a ti mismo?
  • ¿Cómo de real crees que es lo que vemos en redes sociales?
  • ¿Cómo crees que podemos hacer un uso adecuado de redes sociales que no afecte a nuestra autoestima y autoimagen?

Raquel Bertaccini García.

Discurso interno y autoestima

Cuando nos ocurren situaciones que no van como esperábamos, no llegamos a los logros deseados o simplemente algo no nos sale bien, es muy interesante pararnos a analizar cómo son los pensamientos que nos surgen sobre lo que ha pasado, sobre cómo ha sido nuestro desempeño. Te propongo que hagas este ejercicio, cuando algo te frustre o no haya ido bien párate y analiza cómo han sido esos pensamientos.

Mira si son del tipo “A mí esto no se me da bien”  “Madre mía mira que no saberlo” “que mal lo estoy haciendo” …etc? Esos pensamientos son vuestro discurso interno.

Nuestro discurso interno siempre nos acompaña. La mayor parte de las veces no nos damos cuenta de que está ahí y, simplemente, lo escuchamos de forma automática.

Nos hablamos mentalmente todo el tiempo. Mantenemos conversaciones internas constantes. Nos cuestionamos, nos explicamos, nos justificamos, nos reprochamos, nos advertimos, nos criticamos, nos alabamos, etc.

Toda esta comunicación interior con nosotros mismos es la manifestación de un trabajo de elaboración cognitiva y emocional que nos permite integrar las experiencias que vamos viviendo.

Habitualmente, no nos paramos a prestar atención a nuestro discurso interno, no cuidamos la manera en que nos hablamos ni analizamos los mensajes que nos damos. Lo emitimos de forma espontánea, automática.

Naturalmente, este proceso ha de hacerse de manera automática, pues sería muy costoso tenerle que prestar atención todo el tiempo.

En los últimos años se ha descubierto que el discurso interno modifica las conexiones neuronales de nuestro cerebro. Lev Vygotsky, célebre psicólogo ruso, fue quien se preguntó por primera vez si el cerebro usa los mismos mecanismos cuando la persona habla en voz alta que cuando lo hace en silencio y para sí mismo. La respuesta a esta pregunta no puede ser más curiosa: diversos estudios nos demostraron que cuando mantenemos esas charlas internas tan comunes se activan áreas como el giro frontal inferior izquierdo (área de Broca) presentes también cuando nos comunicamos en voz alta.

Charles Fernyhough psicólogo de la Universidad de Durham, descubrió que esa charla interna genera cerca de 4.000 palabras por minuto. Es decir, el diálogo interno trabaja 10 veces más rápido que el habla verbal.

Por tanto, todo lo que acontece en nuestra mente, cada idea, pensamiento, autoinstrucción y aseveración, tiene en nosotros un impacto enorme; tanto positiva como negativamente.

El diálogo interno negativo y persistente debilita múltiples estructuras neuronales haciendo a las personas mucho más vulnerables al estrés y afectando de forma clara nuestra autoestima.

Estructuras como la ínsula y la amígdala muestran una elevada hiperactividad cuando hay un dialogo interno de corte negativo. Estas áreas relacionadas con emociones como el miedo o la atención hacia las amenazas de nuestro entorno nos sumen en ocasiones en estados de gran desgaste psicológico. Es más, no podemos dejar de lado que el diálogo negativo es ese sustrato que alimenta la ansiedad y que puede situarnos en el laberinto de una depresión.

Hay un hecho especialmente curioso que muchos habréis experimentado alguna vez. Es común, por ejemplo, que uno sea siempre ese amigo infatigable que siempre está cuando se le necesita. Nos alzamos como esa persona que infunde ánimos, que sabe dar la palabra justa en el momento más necesitado; somos de algún modo, ese soporte incuestionable para los demás que con su comunicación siempre acertada infunde valías, entusiasmo y positividad.

Por el contrario, para nosotros mismos podemos ser a veces el peor enemigo. Nuestro diálogo interno resuena a menudo con frases como: “¿cómo has sido capaz de decir semejante tontería? Eres torpe”. “Ni te atrevas a intentar eso otro, eres una inútil en esos temas y lo sabes”, “fíjate en lo que ha pasado hoy, siempre te equivocas, siempre estás cometiendo un fallo tras otro”.

Somos lo que nos decimos a nosotros mismos y, en ocasiones, llevamos una vida entera conviviendo con una voz interna que se alza como el peor maltratador de todos. No es fácil cambiar ese discurso interno cuando llevamos tanto tiempo haciéndolo. No obstante, es necesario hacerlo por una razón evidente: el diálogo interno negativo modifica el cerebro y hace que tengamos una peor autoestima y seamos más vulnerables a los trastornos de ansiedad y la depresión.

Con mucha frecuencia tendemos a exagerar, enfatizar o dramatizar sobre los aspectos negativos de nuestro día a día mientras que relativizamos o damos mucha menos importancia a las cosas buenas que nos ocurren.

El contenido de nuestros pensamientos y de nuestras palabras están íntimamente relacionadas con la reacción emocional que experimentamos. Así, si valoro como una desgracia un cambio en mi trabajo, la reacción emocional que le sigue tendrá una connotación negativa mucho más intensa que si me concentro en ver las opciones u oportunidades que pueden venir tras el cambio.

De la misma manera que las verbalizaciones sobre nuestros pensamientos que contienen exageraciones y autocríticas negativas nos generan malestar emocional, podemos conseguir justo el efecto contrario si nos esforzamos en desarrollar un discurso más positivo

Para ello, vale la pena recordar lo que nos decía un viejo proverbio chino:

Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras.

Atiende tus palabras, porque se convertirán en tus actos.

Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos.

Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino

 

EFECTOS DEL RECHAZO DE PARTES DE UNO MISMO

Es común que a la hora de definirnos a nosotros mismos lo hagamos a través de los roles que ocupamos en los distintos ámbitos de nuestra vida, en base a nuestras fortalezas y a debilidades aceptables socialmente que pasarían el filtro de un entrevistador de recursos humanos. “Me llamo X, soy padre/madre, me gusta escalar, soy divertido/a, sociable, responsable, un poco perfeccionista y en ocasiones algo impaciente.” Es normal que nos definamos de esta manera ante personas que no conocemos, no buscamos mostrar de primeras las partes más íntimas o vulnerables de nuestra persona. Buscamos ser aceptados por los demás. Sin embargo, el problema aparece cuando esta es la manera en que nos definimos de cara a nosotros mismos, en la intimidad de nuestra propia mente, que no seamos capaces de ir más allá o que haya partes de nuestra persona que rechazamos mirar.

 

Todos tenemos partes que nos cuesta reconocer, aceptar o de las que nos cuesta hacernos cargo. Algunas nos generan sufrimiento, otras nos dan miedo y de otras incluso no somos conscientes. Sin embargo, forman parte de quiénes somos y no podemos deshacernos de ellas con la facilidad que nos gustaría, sino que nos configuran tanto como aquellas que sí nos gustan y también están vivas en nosotros. Todos nuestros rasgos y características se manifiestan a través de nosotros, la diferencia es si lo hacen desde la luz o desde la sombra. Aquellas zonas negadas de quienes somos se manifiestan en los momentos en que bajamos la guardia y dejamos de intentar ocultarlas o cuando estamos tan sobrecargados que no tenemos energía para censurarlas. Es por eso que cuando estamos cansados, enfadados, eufóricos, tristes, borrachos o en cualquier otro estado emocional o físico que no es el habitual y en el que no estamos controlando tanto la situación aparecen partes, comportamientos y deseos en nosotros que podían sernos desconocidos hasta el momento, porque estaban  dentro de nuestras zonas negadas. No significa que esas zonas seamos nosotros, sino que también son parte de nosotros, que también somos aquello que nos negamos.

 

Uno de los efectos que tiene rechazar partes de quienes somos es que nos imposibilita cambiar y crecer, puesto que no podemos cambiar aquello que no admitimos que está presente, y nos autocondenamos a convivir con ello desde el rechazo o la resignación, en lugar de preguntarnos qué puede aportarnos esa parte de nosotros y cuál es la razón de este rechazo. A veces, el miedo está en creer que la aceptación de esa parte de nosotros significa darle rienda suelta y dejar que se apodere de nosotros y tome el control de nuestra vida. En este caso, estamos sobreidentificaándonos con ella al pensar que puede llegar a convertirse en nuestra identidad, y le estamos atribuyendo una fuerza que no ha tenido hasta el momento y no tendrá porque reconozcamos su existencia. De hecho, al tomar conciencia de que forma parte de nosotros la reconoceremos cuando se manifieste, podremos responsabilizarnos de ella y sabremos que está disponible cuando podamos necesitarla. Aunque esto último pueda parecernos una locura, lo cierto es que todos los rasgos cumplen una función y  nos pueden ser útiles, y habrá momentos en que decidamos conscientemente manifestar esa parte de nosotros.

 

Esta es una buena oportunidad para que te preguntes cuáles son aquellas partes de ti que te cuesta mirar y te preguntes cómo podrías aceptarlas y acogerlas, iniciando un emocionante viaje de autoconocimiento por las zonas de ti que has apartado de la luz de la conciencia, con el propósito de reconocerte también en ellas, poder integrarlas y vivir una existencia verdaderamente auténtica.

PREGUNTAS DE REFLEXIÓN

¿Qué partes de ti consideras que rechazas?

¿Por qué crees que lo haces?

¿De qué manera piensas que se manifiestan?

¿Cómo podrías integrarlas?

 

Lucía Beltrán de Casso

 

 

AUTOESTIMA Y RELACIONES PERSONALES

Como Walter-Riso afirma (2015): “ama a tu prójimo como te amas a ti mismo”. La idea subyacente de esta oración, es que, si no nos amamos a nosotros mismos de manera honesta no podemos amar a las personas que nos rodean adecuadamente. De modo que, dependiendo de cuánto nos aceptemos a nosotros mismos nos relacionamos con las personas de una manera u otra.

Querernos a nosotros mismos y no aceptar o querer a los demás nos lleva al aislamiento. De la misma manera, amar demasiados a los demás y ponernos en segundo plano, es indicativo de  carencia de amor propio, y nos lleva a la fatiga emocional o física. Por lo tanto, y como muchas cosas en la vida, la clave está en el balance. En este caso, el equilibrio entre el amor que nos damos a nosotros mismos y el que le brindamos a las personas a nuestro alrededor. Creo que todos podemos pensar en momentos en los cuales nos hemos encontrado en unos de estos dos polos: aislados o poniéndonos en segundo plano. Igualmente, creo que todos podemos pensar en las consecuencias que esto no ha conllevado, por ejemplo: el cansancio emocional, una sensación de soledad y falta de apoyo,  fatiga o el desbordamiento emocional.

Sin embargo, muchas veces las relaciones que tenemos con los demás determina el amor que nos tenemos a nosotros mismos. Ya que, la principal fuente de conocimiento y que solemos utilizar de guía se crea a raíz de nuestras primeras relaciones interpersonales. Por lo tanto, estos primeros contactos con nuestro universo social crea en nosotros una idea de cómo somos y qué podemos esperar de las personas a nuestro alrededor. Igualmente, es cierto que como seres humanos tendemos a buscar personas que nos confirmen las ideas que tenemos sobre nosotros mismos más que personas que las contradigan.

Algunas de las ventajas relacionadas con una buena autoestima y las relaciones interpersonales son: la disminución del miedo a hacer el ridículo o de la necesidad de aprobación y relaciones más saludables y equilibradas en general. Igualmente, disminuciones en las sensaciones de angustia relacionadas con la pérdida de ellas..

Lo bueno es que, si eres una de esas personas que carece de amor propio, esto se puede ir trabajando. Como seres humanos tenemos una capacidad de adaptación y resiliencia importantísima y fundamental que nos ayuda a tener una mejor relación con nosotros mismos y con los demás. Tenemos recursos y habilidades suficientes para lograrlo, y el cambio ocurrirá cuando la realidad se enfrente a las creencias erróneas y toque replantearlas.

Marie-Pierre Capeans

Bibliografia:

Riso, Walter. (2015). Enamórate de ti. Oceano. Recuperado en: https://libroayudate.files.wordpress.com/2015/07/walter-riso-enamorate-de-ti.pdf

 

 

 

Construcción del concepto de uno mismo

Construcción del concepto de uno mismo

El autoconcepto hace referencia a la representación interna y cognitiva que el sujeto tiene de sí mismo (Broc, 2000). O lo que es lo mismo: se conforma de las ideas, creencias, características o atributos que uno tiene de sí mismo y que utiliza para describirse.

Esta imagen es el resultado de un proceso activo de construcción desarrollado a lo largo de toda la vida: desde el nacimiento hasta la vejez, donde llegamos a tener unas auto-percepciones muy organizadas.

El autoconcepto de uno mismo influirá significativamente en la autoestima, pues esta viene a ser el resultado de la valoración positiva o negativa que hacemos del mismo. Esta valoración se realizará, a su vez, en función de lo importante que sean para mí determinados atributos.

Así, por ejemplo, si yo tengo una imagen de mí mismo de ser poco atlético, pero para mí el deporte no es un área de valor personal, esta “incapacidad” no afectará a mi autoestima.

Ahora bien, ¿cómo se forma realmente mi autoconcepto?

Como animales sociales que somos, formamos la representación de nosotros mismos en relación con los otros y en interacción con nuestro entorno. Toman especial importancia los primeros años de vida, la infancia y adolescencia.

Construir mi autoconcepto va ligado al desarrollo de la habilidad de percibir e interpretar las actitudes de los otros durante la interacción social. Y como es de esperar, durante esta interacción, tienen un mayor impacto las actitudes y respuestas de aquellas personas que son emocionalmente significativas: familia, grupo de amigos, profesores…

Dado que es una dimensión dinámica y dependiente de la adquisición de habilidades sociales y cognitivas, se observan tres hitos evolutivos en su desarrollo:

  • Niñez temprana (2 – 4)- Self mínimo: El autoconcepto comienza a formarse cuando el niño ha conseguido percibirse así mismo como realidad diferente de los demás y reconocerse visualmente.
  • Niñez temprana a intermedia (5- 7) – Self externo: A esta edad, los niños se definen a sí mismos por rasgos y características observables, mencionando comportamientos concretos, condiciones físicas específicas, preferencias, hablando de destrezas particulares en vez de generalizar sus habilidades. Comienzan a introyectar las opiniones y expectativas de los demás.

  • Niñez intermedia a tardía (8 – 11) – Self interno: La visión de uno mismo es más contextualizada y ajustada, producto del pensamiento abstracto y crítico que caracteriza al adolescente. Se usa la comparación social con el fin de auto-evaluarse. En esta etapa se mantiene el adulto.

Hay dos tipos de aprendizajes por los que el autoconcepto se conforma: partir de aprendizajes implícitos: ¿me respondían en casa cuando hacía preguntas?, ¿mis cambios en mi aspecto físico o comportamiento eran notados?, ¿cómo reaccionaban los adultos de mi alrededor cuando intentaba, pedía o fallaba en algo? ¿se reían cuando yo hacía un chiste? etc; Y a partir de aprendizajes más explícitos: si gano una medalla en una competición de atletismo, será que soy bueno corriendo; si me ponen un sobresaliente en un examen, será que me he esforzado y/o que soy muy inteligente; si tengo muchos amigos, será que soy simpático, etc.

El otro hace de mi espejo y ofrece la retroalimentación necesaria para la configuración del concepto de uno mismo. Son sus expectativas y atribuciones sobre mí, sobre mi conducta, mis éxitos y fracasos los que van dando forma a la representación interna y estable de mí mismo.

¿Por qué trabajar el autoconcepto toma un rol importante en terapia? La respuesta es tan simple como relevante: conocerse e identificar las creencias que tengo sobre mí mismo van a condicionar mis acciones y mis acciones van a condicionar mi vida.

Es importante tener presente que el autoconcepto es una construcción, no una esencia inmutable.

Un autoconcepto favorable permite tener un sentido de autoconfianza, de autocontrol sobre la vida y sentimientos propios que te preparan para la toma de decisiones y solución de problemas (Mestre, Samper & Pérez, 2001).

¿Te has parado alguna vez a reflexionar que autoconcepto tienes? ¿cómo te describes? ¿es favorable? ¿cuánto te conoces?

En palabras de Galileo Galilei: “La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo”.

Aitana Navia López

Bibliografía:

Campo, L.A. (2014). El desarrollo del autoconcepto en niños y niñas y su relación con la interacción social en la infancia. Psicogente, 17(31), 67-79. Recuperado de http://portal.unisimonbolivar.edu.co:82/rdigital/psicogente/index.php/psicogente

Tipos de autoestima

Los cinco tipos de autoestima que hay

            La autoestima es la valoración que cada uno hace sobre la concepción que tiene de sí mismo. Todo el mundo tiene una autoestima y a la hora de hablar sobre ello menciona que la tiene alta o baja. Pero, ¿sabes que más allá de eso existen distintos tipos de autoestima?

            En primer lugar, está la autoestima alta estable. Aquí la persona es segura de sí misma y confía en sus habilidades. Tienen mayor flexibilidad para aceptar sus errores, una actitud más abierta hacia las críticas y más facilidad para enfrentar nuevas situaciones o desafíos porque no le tienen miedo al fracaso.

            Por otro lado se encuentra la autoestima alta inestable. Esta es similar a la autoestima alta, pero sus características dependen de los factores externos. Tienen seguridad y confianza propia siempre y cuando su entorno también esté bien. Ante un fracaso pueden derrumbarse. Les es muy difícil aceptar las críticas y tienen poca tolerancia al fracaso. Esto causa que puedan sentirse inseguros e inválidos, provocando fluctuaciones en la autoestima y de aquí, su inestabilidad.

            En la autoestima baja y estable hay una insatisfacción hacia sí mismo y una falta de confianza, lo que lleva a una excesiva autocrítica. Tienden a mostrarse siempre indecisos y no se ven capaces de defender su opinión, piensan que no podrán conseguir lo que se propongan ya que confían muy poco en sus capacidades. Este tipo de autoestima es característica de personas con síntomas depresivos y ansiógenos.

            Por otra parte, en la autoestima baja e inestable hay un gran condicionamiento por los factores externos. La autoestima se mantiene baja generalmente, y frente a logros o éxitos sube, aunque este sentimiento de valía es temporal. Es un tipo de autoestima muy fluctuante e inestable, ya que depende del contexto para encontrarse bien, lo que hace a la persona altamente vulnerable a los eventos.

            Por último se encuentra la autoestima inflada. Aquí las personas mantienen una actitud de prepotencia y necesitan destacar sus logros y virtudes con el objetivo de tener reconocimiento por parte de otros. Buscan tener la razón siempre, y tienen tendencia a considerarse mejor que el resto en todo aquello que hacen. Les es difícil reconocer los errores y las críticas, y culpan de ellos al resto del mundo. Sin embargo, debajo de todo esto buscan esconder sus inseguridades y baja autoestima.

            En conclusión, podemos decir que hay cinco tipos principales de autoestima, y que este sentimiento de valía que cada uno tiene de sí mismo se mide según su estabilidad en el tiempo y el centro que proporcione la seguridad.

            Y tú, ¿te has sentido identificado con algún tipo? ¿Qué autoestima tienes?

Carlota Urgel