Evitar las emociones genera ansiedad

1) Evitar las emociones genera ansiedad. A continuación se expone el mecanismo 2) Ocurre algo que potencialmente genera sentimientos desagradables 3) La persona se siente en peligro por sentir 4) Interrupción de la emoción desagradable 5) Surge la ansiedad   Muy a menudo en consulta nos preguntáis por qué son importantes las emociones. ¿Si me […]

Aspectos esenciales de la ansiedad social

El sentirnos “expuestos” dentro de algunos contextos, específicamente sociales, es algo natural, ya que es la manera en la que nuestros mecanismos de defensa nos hacen saber que se encuentran alerta, y buscan con esta sensación el protegernos, manteniéndonos atentos ante lo que ocurre alrededor. Hablar o realizar una actividad en público (cantar, tocar un instrumento, hacer una presentación…), tener una primera cita, conocer nuevas personas en diferentes entornos, dar una opinión controversial y poder convertirse en el centro de atención, son situaciones que pueden activar nuestras alarmas, haciéndonos sentir inseguros y tal vez incómodos en la interacción con el otro.

El cómo reaccionamos ante estas sensaciones depende de múltiples factores: nuestro nivel de autoestima, nuestro autoconcepto, nuestros recursos internos, el nivel de confianza que tenemos con la o las personas con quienes nos encontremos, lo mucho o poco que nos conozcamos a nosotros mismos, y el tipo de herramientas con las que contamos para gestionar la ansiedad o el malestar, entre otros.

En este sentido, cuando la “exposición” ante la situación social se percibe como muy alta, y los recursos o herramientas internas con las que contamos son escasas o poco efectivas, es probable que se produzca un malestar muy intenso, haciéndonos percibir que nos encontramos bajo el escrutinio o juzgamiento por parte de los demás, y cuyo resultado es negativo o desfavorable para nosotros.

Los síntomas de este malestar pueden ir desde la sudoración o agitación, hasta un bloqueo generalizado, impidiéndonos incluso hablar o interactuar cuando nos encontramos con otra u otras personas. Es aquí donde la ansiedad pasa de ser un mensaje de nuestros mecanismos de defensa, a convertirse en un agente limitante que interfiere en nuestra vida y nos frena, originándonos frustración e intranquilidad. Puede llegar a ser tan limitante, que incluso el sólo hecho de pensar en posibles o futuros escenarios sociales nos genere miedo o nerviosismo.

Lo ideal tanto para identificar con certeza como para gestionar adecuadamente la ansiedad social es buscar apoyo por parte de un profesional de la salud mental, no sólo para aprender a conducirla mejor, sino para identificar aquello tanto de tu historia personal como de tu autoconcepto que pueda estar influyendo en la manera como interactúas con los demás. Conocerte con un mayor nivel de profundidad y desarrollar las estrategias más adecuadas, que mejor se adapten a ti, para poder desenvolverte de una manera funcional y fluida en diversos contextos sociales, será la clave a la hora de abordar la ansiedad social.

Dentro del proceso terapéutico se podrá trabajar en identificar y modificar patrones de pensamiento, ejercicios de relajación o meditación, terapia de exposición, potenciación del autoestima, o incluso la asociación libre.

Esto no quiere decir que la ansiedad desaparezca por completo y no vuelvas a sentir aquella “alerta” frente a diferentes entornos sociales; significa que tu relación con la ansiedad se modificará y dejará de ser limitante, y pasará a ser parte de los mensajes internos que puedes escuchar y gestionar de manera más eficiente.

Y tú ¿te sientes identificado con lo descrito? ¿Crees que te convendría desarrollar mejores herramientas para desenvolverte de manera más fluída en contextos sociales?

El apego ansioso – Ambivalente y la ansiedad adulta

Según el psiquiatra y psicoanalista John Bowlby, la relación temprana de un niño con sus cuidadores determina la forma en que este niño abordará las interacciones y relaciones sociales a lo largo de la vida. Cuando nace un bebé, el primer vínculo social que encuentran es con los cuidadores (en la mayoría de los casos, los padres). En este momento es cuando el cerebro del niño comienza a formar una percepción de las interacciones sociales. Si el niño se cría en un ambiente cálido y acogedor, donde los cuidadores responden a las necesidades emocionales del niño, se forma un vínculo seguro (conocido como apego seguro).

Al niño con un apego seguro se le enseña, indirectamente, que se reconocerán sus emociones y necesidades, que se le apoyará y amará, y que se puede confiar en la gente, en general. Por el contrario, cuando un niño percibe que sus necesidades no son satisfechas, no es capaz de construir un vínculo seguro y estable con los cuidadores. Esto conduce a una percepción distorsionada de cómo funcionan las relaciones lo que puede generar el establecimiento de un apego inseguro, que puede ser: ansioso-ambivalente, evitativo y desorganizado.

En este artículo centraremos nuestra atención principalmente en el apego ansioso-ambivalente. El desarrollo de este tipo de apego a menudo se asocia con un patrón de crianza inconsistente. A veces, los padres apoyarán y responderán a las necesidades del niño, pero en otras ocasiones, no estarán en sintonía con el niño. Esta inconsistencia puede dificultar que el niño entienda qué significa el comportamiento de los padres y qué tipo de respuesta esperar en el futuro. El niño puede terminar confundido acerca de su relación con los cuidadores, cuyo comportamiento envía señales contradictorias.

Otro factor que se vincula con el desarrollo de un estilo de apego ambivalente ansioso en los niños es la denominada “hambre emocional” de los cuidadores. En ese caso, los cuidadores buscarían la cercanía emocional/física con los niños para satisfacer sus propias necesidades, en lugar de las de sus hijos. Esos padres pueden parecer entrometidos o sobreprotectores. Pueden usar al niño para saciar su propia «hambre» de amor, o para presentarse a sí mismos bajo cierta luz (por ejemplo, como el padre perfecto). Cabe señalar que criar a un niño de esa manera también puede ser un patrón automático y no realizado en adultos que fueron criados de la misma manera.

La respuesta inconsistente a las necesidades emocionales de un niño, la falta de sintonía y la distancia emocional, así como la preocupación y la intrusión en la vida del niño, son algunos de los factores de riesgo para el desarrollo de un estilo de apego ambivalente en los niños. Sin embargo, es fundamental señalar que tener un estilo de apego inseguro no es una enfermedad o trastorno mental. Es común entre los adultos y, en la mayoría de los casos, no es motivo de preocupación.

Sin embargo, tener un estilo de apego inseguro puede ser agotador. Podría sentirse como si estuviera en una montaña rusa emocional todo el tiempo.

Puede causar ansiedad, estrés, infelicidad y baja satisfacción con la vida. Cuando se trata de adultos con estilos de apego ansiosos, las relaciones pueden ser tanto «salvavidas» como «peligrosas para la vida».

Por tanto, las personas con un estilo de apego ansioso-ambivalente presentan una mayor tendencia a experimentar ansiedad sobre todo en lo relativo a sus relaciones sociales. Debido a sus experiencias en la infancia, la persona puede sentirse insegura y en una necesidad constante de que los que le rodean le demuestren su amor para calmar estas angustias. Además, una persona ansiosa puede sentirse insegura sobre su posición en una relación y si su pareja los ama tanto como ellos a cambio. En consecuencia, la más mínima decepción o señal de rechazo por parte de la pareja puede ser perjudicial para la ya de por sí baja autoestima

Afortunadamente, los estilos de apego pueden cambiar. A veces, el cambio puede ocurrir debido a experiencias emocionales diferentes a las que se experimentaron en la infancia, por ejemplo: una relación con una persona con apego seguro podría facilitar la cercanía emocional y una sensación de calma y estabilidad. Esta nueva experiencia puede conducir a un cambio en la percepción ya nuevos hábitos y patrones. Otras veces, es posible que deba trabajar más duro en su estilo de apego. No puedes cambiar tu pasado, pero puedes cambiar el presente.

Una clave para curar un estilo de apego inseguro es entender la forma en que interactúa con sus seres queridos. Reconocer sus patrones de comportamiento en las relaciones y tenerlos en cuenta hará que el problema sea más fácil de resolver. La autorreflexión es importante. Analizar y dar sentido a las experiencias de su infancia también es un paso esencial. Darse cuenta de que las experiencias pasadas no tienen que predecir el presente y el futuro hará que sea más fácil liberarse de los patrones y hábitos de comportamiento establecidos.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:

  • ¿Habías oído hablar alguna vez de los estilos de apego?
  • ¿Te has sentido identificado con este estilo de apego? Si es así, ¿Cómo crees que esto ha podido afectar a tus relaciones sociales?
  • ¿Cómo crees que podrías trabajar este aspecto en terapia?

 

Raquel Bertaccini García

Presión social y ansiedad

Por Anet Diner

 

La presión social es la influencia que ejercen otras personas sobre tus valores, actitudes, pensamientos e incluso comportamientos. Nos puede llevar a tomar decisiones poco acertadas, y a realizar actividades con las que en verdad no nos sentimos cómodos.

La presión social es la incapacidad para mantener tu criterio ante la presión de otras personas. Eso no quiere decir que no podamos seguir consejos, y considerar un comportamiento sugerido, pero cuando cedemos frecuentemente entonces hay un problema de fondo.

Cuando cedemos constantemente ante está presión esto se puede deber a: autoestima baja, sentimientos de inferioridad, falta de personalidad o de seguridad en ti mismo e incluso pensamientos negativos hacia ti mismo.

Esto nos puede causar emociones como tristeza o enojo por no ser aceptado por círculos sociales,  pero sobre todo puede aumentar nuestra ansiedad.

Entre las causas más comunes pueden ser el evitar sentirnos rechazados, también miedo a sufrir de algún abuso y como decíamos, la inseguridad y ansiedad por pertenecer a un grupo social es otra de las causas. Esto puede ocurrir porque sientas poco afecto en el núcleo familiar.

Las redes sociales hoy en día son la vía más usada para vender, informar, divulgar noticias, mostrarse, generar audiencia, conocer gente y en general contactar con el mundo. Lo que por un lado tiene sus consecuencias positivas, también las tiene negativas. La red está llena de estereotipos, donde solo se muestra lo que se “quiere conseguir” y en el mundo de los influencers, la presión en estos medios tanto interna como externa es tremendamente grande (opiniones sociales, divulgación de información personal y profesional continua, etc.).

Los influencers están expuestos continuamente a exigencias del entorno y propias para cumplir las expectativas que se esperan de ellos, y si no lo hacen, se exponen a presiones negativas muy altas (comentarios y mensajes constantes, distorsión de su imagen, ciberacoso, haters,), recordándoles continuamente a cada momento del día lo que se espera de ellos. Sin duda, las redes magnifican de manera muy importante la “presión social”.

El tratar de cumplir con estas estándares y exigencias genera presión social y mucha ansiedad, compararnos contantemente y no mirar hacia nosotros y valorar nuestras propias características y virtudes. Ya se habla del Síndrome FOMO (del inglés fear of missing out), como miedo a perderse algo. El estrés de estar al día para poder hablar de lo mismo.

La presión social para ser una buen trabajador, ser perfecto, desemboca en una autoexigencia constante. La sociedad nos lo impone El hecho de reconocer esa ansiedad antes nos lleva a afrontar nuestros problemas: pasar por terapia es muy duro.

Existen estrategias que pueden ayudarte para superar las inseguridades y otras causas que te exponen a ceder frente a la presión social, por ejemplo, evitar los pensamientos negativos, trabajar en tu propio potencial,  aprender a decir que no, reforzar el criterio propio vencer creencias limitantes. Para ello hay que reforzar la autoestima, los valores personales, tener asertividad, evitar los pensamientos negativos y anticipatorios que generan ansiedad, eliminar las creencias irracionales y limitantes y aprender habilidades de comunicación asertiva para respetarte a ti, entre otras cosas.

 

Con la ayuda de un psicólogo puedes descubrir y aplicar estas estrategias que te permitan desarrollar habilidades sociales y de esa manera reducirás la presión social y la ansiedad.

Intolerancia a la incertidumbre y ansiedad

La incertidumbre es la falta de certeza, seguridad o confianza sobre algo, y esta suele crear inquietud. Una de las necesidades primarias del ser humano es la seguridad, y no saber qué va a suceder el día de mañana o ante una situación crucial puede ser muy estresante. Es por ello que la incertidumbre es el combustible idóneo para desencadenar la ansiedad, la cual, aunque sea una reacción natural e incluso funcional, puede vivirse de manera muy desagradable.

 

La ansiedad es una respuesta emocional de temor e inseguridad ante una situación que se percibe como amenazante, y la incertidumbre se puede vivir de este modo, como una posible amenaza que escapa a nuestro control. Es común preocuparse ante situaciones sobre la que tenemos poca información, pero a veces esta preocupación se vuelve excesiva y dañina para uno mismo. Cuando la preocupación se hace bola, llega la ansiedad. Y hay dos maneras en las que podemos afrontar esto: eliminando la incertidumbre que nos genera malestar, o evitándola.

 

Una manera de eliminar esta incertidumbre es poniendo en práctica acciones que nos alejen de ella. Esto es tratar de confirmar o desmentir nuestras inquietudes. Por ejemplo, si dudamos sobre si hemos cerrado la puerta con llave, lo comprobaremos. Si dudamos si un amigo está enfadado con nosotros, le preguntaremos hasta que nos de una respuesta. Si dudamos sobre cómo hemos hecho nuestras tareas, las repasaremos una y otra vez hasta que tengamos claro que están bien. Esto puede acabar volviéndose contra nosotros ya que la comprobación tiene un matiz adictivo: es un modo de encontrar control dentro de una situación poco controlable.

 

De hecho, Michel Dugas vinculó un nivel alto de intolerancia a la incertidumbre con varios trastornos de la ansiedad, como también, de manera menos fuerte, con trastornos de la alimentación y depresión. Asimismo, la incertidumbre se ha vinculado a la indecisión, la dificultad para tomar decisiones. Como no puedes saber con total seguridad qué ganas y qué pierdes a la hora de tomar una u otra decisión, te cuesta mucho elegir cualquiera. Sobreanalizas cada posible resultado tratando de descifrar qué ocurrirá, para así ganar control sobre el futuro (o, al menos, sentir que así lo haces) para evitar la ansiedad que te produce no saber qué va a ocurrir.

 

Otro modo en el que a veces se afronta la incertidumbre es la evitación. La persona procura no pensar o no enfrentarse a la situación temida que le agobia. Una evitación extrema de la incertidumbre sería, por ejemplo, no aceptar un ascenso en el trabajo por no saber cómo serán los nuevos cargos, no hacer un viaje por no saber qué ocurrirá, o no dejar una relación porque no sabes cómo te sentirás cuando estés solo. Esto sería un poco como el refrán español “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

 

Una estrategia alternativa ante estos dos modos de enfrentar la incertidumbre es la aceptación: simplemente, vivir con ella. Hay situaciones en las que por mucho que se haga no se puede saber qué va a ocurrir. Y sólo te queda afrontarlo sin intentar hacer nada por cambiarlo. Las personas que no toleran la incertidumbre sobreestiman la probabilidad de que algo malo pase, tienden a exagerar el riesgo y las consecuencias negativas que podrían surgir de esa situación. En este caso, exponerse voluntariamente a situaciones de incertidumbre puede ser algo positivo: aprendes que no saber qué va a pasar no es tan malo como se piensa y que es algo toreable

 

Carlota Urgel

Desarrollo de la ansiedad

Desarrollo de la ansiedad: poca tolerancia al malestar y su relación cultural

Los problemas de ansiedad cada día aumentan más. En el momento actual, está demostrado que
muchos de los malestares psicológicos se mantienen o empeoran por aspectos como: la ansiedad
por la propia felicidad, el incremento exponencial de expectativas, la necesidad de control, el
miedo al miedo y la constante búsqueda de bienestar y huida y negación del sufrimiento.

Cómo Lucar (2010) muy bien afirma: nos encontramos en una gran paradoja viviendo en este
mundo, en donde en general, nos encontramos más seguros, más cómodos, más estables y en
teoría un mundo menos dolorosos. Sin embargo, estamos angustiados precisamente por ese
mundo que evita el sufrimiento y está en constante búsqueda de la felicidad y una necesidad
intensa de controlarlo todo. Esto también se conoce como el mito de la felicidad, en donde ahora
ser feliz es un deber inculcado por la sociedad y el que no puede lograrlo tiene la culpa. De
fondo, encontramos la prescripción de que sentirse bien y el bienestar son igual a lo normal y
aceptado socialmente. Pues, sentirse mal o sentir sufrimiento, es igual a anormal o no ajustado a
la sociedad.

Por lo tanto, cómo no vamos a tener ansiedad si continuamente estamos tratando de ir en contra
de nuestra propia intuición y emociones relacionadas con lo que es importante para nosotros y la
dirección que queremos seguir en la vida. Pues, las emociones son las que nos indican que
estamos yendo o no en la dirección que queremos seguir en la vida (nuestros valores), o que
hemos perdido o obtenido algo que es valioso para nosotros. Por lo tanto, nos aportan una
información única y ajustada a nuestro propio contexto, nuestra necesidad y nuestras relaciones
personales. De la misma manera, las emociones negativas y las emociones positivas son dos
caras de la misma moneda, si negamos las negativas no podemos sentir o apreciar las positivas.

Dentro de la psicología, lo que he expuesto anteriormente, se denomina como evitación
experiencial, no estar dispuestos a mantener el contacto con las emociones o experiencias
aversivas. Por lo tanto, para lograr esto se utilizan estrategias como la negación, supresión,
evitación, estrategias que, aunque evitan el malestar a corto plazo, aumentan el malestar a largo
plazo. En el momento actual, lo que se va observando es que las personas tienden a sufrir más
cuando tratan de controlar sus propias experiencias emocionales negativas a través de estas
estrategias. Mientras que, dirigirlas a estrategias relacionadas con la aceptación son más
adecuadas, pues, el sufrimiento es inherentemente al humano. De la misma manera, es lo que nos
permite transformar esa experiencia emocional e incluir en ella otros componentes y aprendizajes
que nos ayudarán a crecer como personas y como un ente conectado consigo mismo y con el
mundo.

Me gustaría terminar con un poema llamada Incondicional escrito por Jennifer Atwood:

“Queriendo descubrir la soledad,
descubro conexión por todas partes;
Volviendo mi cara al temor,
encuentro al guerrero que vive dentro;
Abriéndome a mi pérdida,
ganó el abrazo del universo;
Rindiéndome al vacío,
encuentro plenitud sin límites.
Cada situación de la que huyó,
me persigue,
cada situación a la que doy la bienvenida me transforma
y ella misma se transforma en su esencia de joya radiante.
Me inclino ante quien lo hizo así, ante el artífice de este Juego Maestro.
Jugarlo es pura delicia;
Honrar su forma-verdadera devoción”

Si te han gustado los temas que hemos abordado en este artículo te recomendamos el libro: The
man in search of meaning por Victor Frankl.

 

Bibliografia:
Lucar Vidal, F. (2010) Sufrimiento humano y contextos de ajuste terapéutico. Revista IIPSI,
VOL. 13 – N.º 2 – 2010. DOI: https://doi.org/10.15381/rinvp.v13i2.3730
Atwood, Jenifer. Incondicional. Recuperado en: https://centrogalatea.es/meditaciones/
Marie-Pierre Capeans

Autoexigencia y ansiedad

La autoexigencia, como su propio nombre indica, se refiere a la manera y el grado en que nos exigimos a nosotros mismos. Una persona autoexigente se caracteriza por unos altos niveles de exigencia hacia sí misma que ejerce de manera impositiva e implacable. Esta puede manifestarse de distintas formas en función del lugar interno del que provenga, pudiendo ser desde un perfeccionismo que hace que se establezcan estándares demasiado altos y no se permitan los errores o imperfecciones, desde la búsqueda de reconocimiento y la aprobación de los demás, o desde el miedo al rechazo y al fracaso.

En la sociedad actual, la autoexigencia no solo está a la orden del día, sino que es promovida a través de la cultura de trabajo y recibe un gran refuerzo social. Se vive intentando llegar a todo, con la necesidad de llenar cada segundo de la agenda de tareas para alcanzar un sentimiento de eficacia y productividad y se confunde la autoexplotación con la autorrealización. Además, aunque parezca que esto se lleva a cabo en pos de una meta concreta, lo cierto es que nunca es suficiente y que ni siquiera hay una pausa para apreciar lo conseguido, sino que cada logro queda invisibilizado porque la atención ya está puesta en el siguiente objetivo a alcanzar.

Ante esta presión tan fuerte, se activa el modo supervivencia para poder llegar a todo, motivados por el deseo de conseguir los objetivos, pero también por el miedo a las consecuencias de no hacerlo. Cada momento del día es dedicado a cumplir con la planificación, incluso la vida social que antes parecía un descanso se convierte en una exigencia más en el momento en que se deja de hacerlo por placer y se empieza a hacerlo porque «hay que» tener una vida social. Este nivel de presión puede provocar que la ansiedad aparezca debido a que la persona se encuentra bajo un gran nivel de demanda tanto en el plano psicológico como físico por la falta de descanso. Además, la ansiedad es la manera de prepararse para lo que viene a continuación y ocuparse desde ya de que salga bien (pre-ocuparse). Sin embargo, pararse a contemplar o regular esta ansiedad no entra dentro de la planificación, sino que esta se va acumulando con el paso del tiempo.

Cuando no hay tiempo libre o de descanso y se exige que cada segundo sea productivo y se dé el cien por cien de la capacidad, es comprensible que haya momentos en los que el sistema se ve sobrecargado y la pausa sea abrupta e incluso involuntaria, porque en ese momento es necesario para la supervivencia. Es entonces cuando pueden aparecer consecuencias habituales de niveles altos y mantenidos de ansiedad, estrés y cansancio, como caer enfermo, procrastinación, insomnio o ataques de ansiedad. En ese momento existen dos opciones: la primera, recoger las señales que envía el cuerpo y actuar en consecuencia tomando la decisión consciente de responsabilizarse del propio bienestar, bajando el ritmo, priorizando unas tareas sobre otras, buscando momentos de descanso, parando a apreciar lo conseguido y entendiendo que el propio valor no está determinado por el número de cosas que hagamos; y la segunda, ignorar las señales y continuar como hasta entonces, alimentando la insaciable espiral de autoexigencia e insatisfacción que conduce a la ansiedad y el agotamiento, hasta que se decida parar o el propio cuerpo lo decida por sí mismo, pero sin llegar a encontrar lo que se busca con tanto ahínco que es la autorrealización. Esta no es posible de esta manera, puesto que es imposible autorrealizarnos sin tenernos en cuenta a nosotros mismos. Podemos estar realizando cosas, pero no alcanzando la autorrealización de la que hablaba Maslow.

El cuerpo por suerte es sabio y necesita procesar lo que le ocurre. Aunque nosotros vivamos enfocados en el futuro y en  nuestros objetivos, únicamente nuestra mente puede viajar en el tiempo de esa manera. Nuestro cuerpo se mantiene en el momento presente y experimenta las cosas aunque nosotros las pasemos por encima, necesitando un momento para procesarlas y descanso para colocarlas. A la hora de trabajar la autoexigencia, el cuerpo es un medio muy valioso para reconectar con uno mismo, con los propios valores y necesidades, permitiendo así priorizarlos por encima de unos estándares irreales, inalcanzables y autoimpuestos que nos exigen siempre llegar a una meta y nos impiden disfrutar del camino que es la vida.

 

Lucía Beltrán de Casso

 

PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:

 

¿Consideras que eres autoexigente?

¿Qué beneficios te aporta serlo?

¿Qué efectos negativos crees que tiene en tí tu autoexigencia?

¿Has relacionado alguna vez tu autoexigencia con el desarrollo de la ansiedad?

 

BIBLIOGRAFÍA

 

La autoexigencia – Juan Pablo Muñoz

Ansiedad y necesidad de control

Por Anet Diner

Existe una relación directa entre la ansiedad y la necesidad de control. Cuando tenemos ansiedad nuestro sistema de alarma está alterado, nos sentimos temerosos, siempre alertas y percibimos todo como peligroso y hostil. Intentar controlar las cosas nos da una sensación de falsa tranquilidad.

La ansiedad se alimenta de ansiedad, cuanto más miedo tengamos, cuanto más intentemos controlarlo todo, más ansiedad nos genera y al final generamos un círculo vicioso, la pescadilla que se muerde la cola.

Hace mucho que vivimos en tiempos de incertidumbre, si a esto le sumamos que constantemente tenemos que tomar decisiones sin conocer que resultado tendrán, si saldrán bien o mal, hace que todo sea muy complicado y que nos genere ansiedad. Esto hace que tengamos una tendencia a querer controlar aquello que nos rodea. Para sentir más seguridad y poder sobre la incertidumbre, para intentar no sentir tanta ansiedad y desasosiego.

El problema es que la ansiedad y la necesidad de control van muy de la mano de la autoexigencia. Queremos estar en todas partes, saberlo y controlarlo todo. Abarcar más de lo que podemos y no cometer errores, lo cual nos genera más ansiedad y sensación de agotamiento y desbordamiento.

La autoexigencia nos lleva a querer controlarlo todo y querer hacerlo todo bien, nos lleva hacia un perfeccionismo un poco patológico que nos da como resultado estar siempre preocupados y angustiados.

Querer controlarlo todo también se relaciona casi siempre con el miedo a fracasar, la baja tolerancia a la frustración, la inseguridad. Y como estamos rodeados de incertidumbre, cuando nos encontramos frente a situaciones imprevistas o las cosas no salen como lo planeamos, se desencadena la ansiedad.

El control puede consistir en:

  • Repasar y analizar paso a paso la situación para asegurarse no dar ningún paso en falso.
  • Fantasías que intenten explorar las diferentes posibilidades que pueden suceder y así intentar ver todas las variables y estar preparados.
  • Intentar explorar mentalmente situaciones similares y tomar medias para que no ocurra lo mismo.
  • Evitar ciertas situaciones deliberadamente y así asegurarte que nada desagradable o inesperado va a pasar.

Lo importante en estos casos es tratar la ansiedad y la inseguridad que suelen ser la raíz del problema. Una vez que entendamos el origen de la ansiedad, es muy probable que baje la necesidad de control y permitamos que fluyan las cosas. Para esto es esencial buscar ayuda profesional y que la terapia nos pueda dar más herramientas para gestionar inseguridades, miedos, estrés.

También puede que sea necesario buscar herramientas que nos ayuden a organizarnos mejor, aprender a diferenciar lo urgente de lo importante y a saber cuáles son nuestros límites. También a entender lo importante del descanso y de hacer cosas que nos gusten para liberar ansiedad.

Qué hacer ante la necesidad de control y la ansiedad:

  1. Date cuenta de que este es tu modus operandi: Ser consciente de esta necesidad de control es el primer paso para empezar a cambiar.
  2. Aprende a diferenciar lo que depende de ti de lo que no: Hay muchas cosas que no puedes controlar por más que quieras, haz lo que este en tus manos y acepta lo que no lo está.
  3. Déjate llevar: Esto te puede traer muchas cosas positivas y alguna que otra sorpresa.
  4. Aprende a delegar: Confía en otros y sus habilidades, además de que si delegas tareas puedes reducir tus niveles de estrés y cansancio.
  5. Pierde el miedo al fracaso: fracasar te puede ayudar a elegir un camino y a hacer las cosas de una forma diferente, tener otras experiencias, enriquecer tus habilidades, tu personalidad y a fortalecerte como persona.
  6. Gestiona los pensamientos negativos: No te centres tanto en las cosas negativas, trata de mirar lo positivo.
  7. Se más flexible: adáptate a la incertidumbre y los cambios, deja de planear todo con tanto detalle y fluye un poco más, se más espontaneo.
  8. Aprende a decir que no: Es importante que no te dejes presionar por nadie y no hagas cosas que realmente no quieres hacer e intenta no sentirte culpable cuando no puedes con todo.
  9. Acéptate a ti mismo: Eres único, con tus defectos y virtudes, agradece lo bueno que tienes e intenta cambiar o mejorar todo lo que se pueda mejorar.
  10. Dedícate tiempo a ti: tiempo para descansar o para algún hobby o hacer algo que te guste. Conviértete en tu prioridad.

Hábitos emocionales que generan ansiedad

La ansiedad, a diferencia del miedo por ejemplo, es una emoción secundaria. Las diferencias entre las emociones primarias y secundarias son varias. Mientras que las primarias son universales, innatas, puntuales en el tiempo y reconocibles a primera vista, las secundarias se adquieren evolutivamente más tarde, surgen a partir de las primarias y son más duraderas.

Existen ciertos hábitos emocionales y conductuales que se desarrollan a una edad temprana y se mantienen a lo largo de la vida y que desencadenan estos estados emocionales secundarios.

En el caso de la ansiedad, algunas de estas tendencias a ser, estar y actuar en el mundo son la necesidad de quedar siempre bien ante otro, la necesidad de tener constantemente el control, necesidad de hacerse cargo de todo y la necesidad de preocuparse por todo.

  1. Necesidad de quedar bien o falta de límites. Como animales gregarios que somos evitamos a toda costa el rechazo. Esto es lógico siempre que no sea desmesurado y vaya en detrimento de mis propios valores, intereses, objetivos y necesidades. En muchas ocasiones para quedar bien con los demás, no ponemos límites a nuestro entorno y esto nos lleva a hacer cosas que realmente no queremos. Como el lector se podrá imaginar, vivir en contra de mis valores y mis necesidades significa fallarse y/o forzarse a uno mismo y puede suponer una fuente de ansiedad diaria. ¿Qué pasaría si empiezo a poner más límites para cuidarme?

 

  1. Necesidad de tener siempre el control. Relacionarse de forma saludable con la incertidumbre no es tarea fácil, sin embargo, resulta indispensable para superar la ansiedad crónica. No nos gusta, porque lo incierto, puede implicar amenazas o variables que no contemplo, y esto, evolutivamente me conecta con tener que estar alerta para protegerme. Sin embargo, la incertidumbre es inherente a la vida, contamos con demasiadas pocas certezas y, además, hoy en día, las amenazas del S.XXI y de la sociedad occidental suelen estar muy lejos de cuestionar mi supervivencia. ¿Qué es lo peor que puede pasar si empiezo a soltar un poco el control y relacionarme con la vida desde la curiosidad y confianza en lugar de desde el miedo?

 

  1. Necesidad de hacerse cargo de todo. ¿Es esto acaso posible? ¿puedo ser omnipresente? Muchas veces, por miedo a cometer un error, a fallar, a que no salgan las cosas “perfectas” -como si eso existiera-, me responsabilizo de asuntos que no me corresponden. La sensación de no llegar a todo entonces me invade, generándome ansiedad para cumplir con lo que no me corresponde. ¿Te sentirías mejor, más a gusto, satisfecho, competente, eficaz si solo te ocuparas de lo que está bajo tu control?

 

  1. Necesidad de preocuparse por todo. La palabra “preocupar” viene del latín preocupare y significa “ocupar el pensamiento en algo”. Es habitual encontrarse personas que padecen ansiedad que se “pre” – “ocupan”; se “ocupan” mentalmente de cosas que todavía no han sucedido y posiblemente nunca lo hagan. Se trataría de una estrategia de afrontamiento, que lejos de ser eficaz y funcional, me mantiene en vilo -con ansiedad- y alejado de afrontar realmente el problema hallando una solución. ¿Y si en lugar de preocuparte, te focalizas en lo que sí puedes hacer -aunque sea un primer paso- aquí y ahora?

¿Cumples alguno de estos hábitos? ¿Sabes de dónde vienen? ¿Te gustaría despedirte de ellos para sufrir menos ansiedad?

Aitana Navia López