La introspección y el permitirnos “estar mal”
La introspección se define como una “mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo”. En este sentido, hace referencia a la capacidad que tenemos de apreciar las emociones, sensaciones o cambios que ocurren en nuestro interior, y efectivamente, entre mayor capacidad de introspección tenemos, mayor es la posibilidad de conocernos a nosotros mismos y hacernos cargo de nuestras necesidades emocionales de forma más eficiente, gestionando así nuestra vida interior de la manera en que consideremos más adecuada.
Sin embargo, nos podemos encontrar con que en ocasiones esa mirada interior se encuentra permeada por creencias o pensamientos disfuncionales, que “filtran” o limitan lo que vemos, o cómo lo vemos. En este sentido, es importante pararnos a reflexionar sobre nuestro mundo interior y la manera en la cual nos acercamos a él.
En este artículo nos centramos específicamente en cómo nos aproximamos a las emociones “negativas” que brotan en nosotros como la tristeza, la rabia o el miedo. Podemos encontrarnos con diferentes posturas frente a estas emociones: tal vez las acrecentamos, tal vez las vemos como limitantes, o incluso existe la posibilidad de que sean las emociones con las cuales más nos identificamos. Cabe incluso la probabilidad de que las reprimamos o las ignoremos, y las razones pueden ser diversas: no queremos experimentarlas, preferimos obviarlas que sentirlas, o incluso, nuestra identidad está vinculada a “estar siempre bien”, y hacemos caso omiso de estas emociones para no parecer “débiles” o “vulnerables”.
Si te encuentras identificado con esto último, es importante cavilar sobre ello, y reflexionar ¿de dónde viene mi tendencia a negar o evitar las emociones negativas? Tal vez no quiero ser juzgado o juzgada, quizás he visto desde pequeñ@ en mi entorno que las emociones negativas se evitan, no se confrontan, o posiblemente considero que no tengo la capacidad de enfrentarme a dichas emociones y paso de ellas. El “qué dirán” puede tener mucho que ver, y es cierto que en la sociedad actual se percibe cierta tendencia al “hiper positivismo”, y el “estar mal” puede resultar desfavorable, tanto así que incluso podemos llegar a sentirnos culpables por percibir emociones negativas dentro de nosotros y dejar que se perciban.
Resulta fundamental comprender que el abanico de emociones en todas sus manifestaciones es importante y sano, y como seres humanos que somos, sentir y apreciar nuestros “colores” es parte de la experiencia vital, y nos permite no solo conocernos, sino crecer, aprender, evolucionar. Evadir las emociones negativas nos limita a la hora de aprender a gestionarlas, y al evitarlas, estas no se desaparecen, sino que se van acumulando en una esquina de nuestro mundo interior, y tarde o temprano ignorarlas dejará de funcionarnos.
Un ser humano sano emocionalmente no es el que menos tristeza o dolor percibe, sino aquel que se permite sentir sin limitarse, sin juzgar, desde la contemplación, y se hace cargo de sus sentimientos, sean de la índole que sean, para vivir su vida al máximo, con altos niveles de autoconocimiento y autogestión.
Referencias:
*https://dle.rae.es/introspecci%C3%B3n