PRINCIPALES CORRIENTES TERAPÉUTICAS Y SUS DIFERENCIAS:

Quizás eres una de esas personas que se pregunta: ¿Todos los psicólogos funcionan de la misma
manera? ¿Todos tienen la misma visión del ser humano? Y la verdad es que muchas veces no
funciona de la misma manera. Dependiendo de la corriente terapéutica que siga un terapeuta u
otro la visión que tienen del ser humano, la posición que ocupan en terapia y las técnicas que
utilizan son diferentes.

Aunque la psicología es una ciencia relativamente nueva, tiene detrás muchos años de
investigación, y muchos psicólogos importantes que han ido cambiando los modelos que tienen
los terapeutas de comprender las conductas, los procesos mentales y las emociones de las
personas.

Una de las primeras escuelas terapéuticas que surgió ha sido el Psicoanálisis. El representante
principal de esta escuela es Sigmund Freud, y su objeto de estudio principal era el inconsciente y
las experiencias pasadas traumáticas. Igualmente, se centraba mucho en los conflictos y las
ambivalencias de las personas. La actitud que suele tomar el terapeuta dentro de esta corriente es
de experto que interpreta y analiza el contenido que se maneja en terapia. Unas de las técnicas
principales desde este enfoque son: la asociación libre, análisis de los sueños y la transferencia.
Estas técnicas se basan en que el paciente pueda ir conociendo partes de él que han estado
escondidas y tomar consciencia sobre ellas.

Otra corriente, que ha aparecido después del psicoanálisis y oponiéndose a él ha sido el
Conductismo. Los representantes más conocidos de esta corriente son: Skinner y Watson. Esta
corriente, como su nombre indica, se enfoca en las conductas de las personas y los
comportamientos que se pueden medir y observar. Por lo tanto, la posición del terapeuta dentro
de esta corriente es de experto y científico que crea asociaciones entre ciertos estímulos y las
respuestas de las personas. En otras palabras, un estímulo (objeto, persona, situación, emoción)
que puede servir como una invitación a realizar una conducta o un retraimiento a realizarla.
Actualmente, algunas de las técnicas que se utilizan dentro de este enfoque son: el análisis
funcional y el análisis topográfico. Estas técnicas se enfocan en averiguar y analizar qué le pasa a
las personas y por qué les pasa.

Luego, ha surgido el Humanismo, que a diferencia de las dos corrientes mencionadas
anteriormente, se focaliza en el vínculo que existe entre los terapeutas y los pacientes, en las
emociones y en facilitar y promover el bienestar subjetivo de los pacientes. Ya que, la relación
terapéutica suele ser uno de los predictores más eficaces del proceso terapéutico. Los
representantes principales de esta corriente son: Maslow y Carl Rogers. Por lo tanto, y contrario
al conductismo, le dan mucha importancia al subjetivismo de las personas y los aspectos no
medibles en terapia. Algunas de las técnicas que se utilizan desde este enfoque son: el focusing,
el trabajo con el cuerpo, la silla vacía. Todas, técnicas que están dirigidas a que las personas
encuentren la propia soluciones a su problema y promover el bienestar emocional y sus
relaciones interpersonales.

Después, y a modo de contradicción y comparación con el conductismo ha surgido el
Cognitivismo. Siendo el representante principal Aaron Beck y Ellis. Ya que los profesionales
que se mueven dentro de esta corriente nos dicen que entre los estímulos y la respuesta, la
cognición media. Por lo tanto, desde esta corriente los psicólogos creen que los trastornos
emocionales y los de conducta están en función de los procesos cognitivos. Por lo tanto, esta
corriente se centra en: el análisis de los procesos de pensamientos de las personas, las creencias,
las expectativas y las preocupaciones de las personas. La posición que toma el terapeuta desde
esta corriente es de colaboración con los clientes. Algunas de las técnicas que se utilizan desde
este enfoque son: la reestructuración cognitiva y las técnicas de resolución y manejo de
problemas.

En la actualidad, están surgiendo las terapias contextuales, que también se conocen como las
terapias de tercera generación. Estas terapias, tienen un enfoque más global y más cercano a la
persona que las mencionadas anteriormente. Es decir, tienen en cuenta el contexto cultural y
social de la persona. Algunas de las técnicas que se utilizan desde este enfoque son: el trabajo
con la aceptación, el diálogo y trabajar con el contexto de la persona. Por lo tanto, el objetivo no
es tanto el trabajo o manejo de síntomas, sino, la reorientación vital que genera cambios
significativos y estables a través del tiempo.

Esto significa, que según nuestros objetivos y nuestra percepción de nuestros problemas nos
puede venir bien una terapia u otra. Contrario a la creencia popular hay muchos psicólogos que
entienden que los pacientes son los principales responsables de los resultados de su tratamiento.
Igualmente, que dentro de ellos tienen muchas de las herramientas y habilidades que necesitan
para lograr sus objetivos y promover su bienestar. Igualmente, es importante tener en cuenta que
en la actualidad hay muchos principios comunes subyacentes detrás de la mayoría de los
psicólogos, como son: la escucha activa, el respeto, la tolerancia y establecer una experiencia
emocional correctiva en los pacientes.

Preguntas de reflexión:

  • ¿Qué tipo de terapia crees que te encajaría más con tu manera de percibir la vida y tu
    problematica? Y, ¿con tu personalidad?
  • ¿Crees que tienes las competencias necesarias para ponerte en marcha? ¿Te ves capaz de
    construir cambios desde tus recursos?
  • ¿Te gustaría tener un rol activo durante tu terapia o te gustaría que sea el terapeuta que te indique
    acciones a tomar?

Marie-Pierre Capeans

 

 

¿QUÉ HACE UNA TERAPIA EFECTIVA?

En ocasiones escuchamos comentarios de tipo “yo no creo en los psicólogos”, “no creo en la psicología”, “un psicólogo es como un sacerdote o como un amigo”; incluso comentarios que valoran unos enfoques terapéuticos, mientras que desprestigian otros. Lo cierto es que la eficacia y validez de la psicología, así como de su versión aplicada: la psicoterapia, no son cuestiones de fe.

Décadas de rigurosa investigación científica han documentado la efectividad de la psicoterapia. Cientos de estudios, revisiones y metaanálisis, tanto cualitativos como cuantitativos, indican que el 80% de personas que acuden a terapia obtienen beneficios y mejoras respecto al estado inicial de “pre tratamiento”. Esto convierte a la psicoterapia en una de las intervenciones en salud más probadas y validadas empíricamente (Lebow, 1997). La ciencia también revela que no existen diferencias significativas entre distintos enfoques o técnicas, sino que hay una serie de factores comunes a todas ellas responsables de la eficacia.

Ahora bien, ¿qué factores son los más determinantes en el éxito o fracaso de una terapia? Lejos de lo que uno podría imaginar, no depende de la aplicación de la mejor técnica, de lo experto que sea el profesional en determinada materia o de lo “complicado” o “sencillo” que sea el motivo de consulta, sino de la relación terapéutica establecida entre el paciente y el terapeuta.

Es desde ahí, desde una relación de aceptación incondicional, de no juicio, de seguridad donde se crea un vínculo colaborativo dirigido a unos objetivos comunes. Ahí es cuando comienza el trabajo, la transformación y la aplicación de técnicas.

Entonces, ¿qué necesita una persona para dar el paso e iniciar un proceso terapéutico? ¿Por qué hay personas que no consiguen darlo?

El primer paso, es poder reconocer que hay algo en uno mismo que podría estar mejor o que podría cambiar. En segundo lugar, se requiere coraje y valentía para sacarlo fuera, para nombrarlo, compartirlo, para hacer algo nuevo con ello y transformarlo.

Por último, será importante confiar en uno mismo, en el proceso, en la capacidad de cambio y resiliencia propias del ser humano, y por supuesto, en el profesional que acompaña. Lo que está claro, es que merece la pena, y además, que está científicamente probado.

Entonces, ¿a qué esperar para iniciar un proceso? A ti, ¿qué te frena?

Aitana Navia López

Tendencias a conformar con el grupo

ANA ROMAN MARCOS

El término “influencia social” se refiere al cambio en los juicios, opiniones o actitudes de un individuo que son el resultado de su exposición a los juicios, opiniones o actitudes de otros individuos. Algunos de los fenómenos más importantes relacionados con la influencia social son: conformidad e influencia de la mayoría, obediencia a la autoridad o la influencia del grupo minoritario. Estas teorías de la conformidad social comparten la idea de que sin dirigir el comportamiento de los sujetos de manera explícita, la presencia de otros puede incrementar la consciencia del valor social que tienen ciertos patrones, determinados comportamientos, y las consecuencias sociales de los mismos; este aumento de la consciencia puede llevar a un incremento de la conformidad hacia esos patrones.

En cuanto a la conformidad o influencia de la mayoría, existen experimentos en los que podemos ver cómo el individuo acaba cayendo en la cuenta de la mayoría. Un ejemplo clásico de esto es el experimento de las líneas de Asch.

Asch invitó a 7 estudiantes a participar en un experimento de discriminación visual. Los sujetos tenían que decidir en 18 ocasiones cuál de las tres líneas era semejante en longitud a una línea patrón. La tarea era sencilla: en un grupo control de 37 sujetos que hicieron el juicio de las líneas en solitario solo 2 erraron al dar la respuesta. Sin embargo, en condición experimental grupal en la que solo una persona era participante real y el resto estaba compinchado con el experimentador, el 37% de los participantes erraron la respuesta.

A raíz del experimento de Asch se siguió investigando sobre este fenómeno de la conformidad social y los límites de este, y en qué condiciones esta conformidad aumenta o disminuye. Parece ser que cuando la persona debe emitir un juicio sobre la realidad objetiva en presencia de otros, existen dos preocupaciones principales: tener razón o generar una buena impresión ante los demás. La primera tiene que ver con la influencia informativa y la segunda con la influencia normativa. La influencia informativa se produce cuando nos fiamos más del juicio ajeno que del propio a la hora de decidir qué información es más fiable: la que dicen mis sentidos y la realidad física o lo que dicen los demás. La influencia normativa se genera cuando conformamos con el grupo por la necesidad de pertenencia que el ser humano posee por naturaleza, para no ser rechazado por el grupo.

Es importante saber que prácticamente todas las personas tendemos a entrar dentro de estos patrones sociales, por lo que, muchas veces, aunque no nos imaginemos conformando con ciertas situaciones, la presión grupal es un fenómeno que se puede dar dentro de cualquier persona. Aquellos movimientos sociales y grupales que nos pueden parecer inexplicables muchas veces se basan en fenómenos tan sencillos como estos que hemos explicado.

Deshumanización

Según la teoría social cognitiva, el ser humano actúa en base a dos objetivos, por un
lado, para conseguir un beneficio, a corto o medio plazo, o bien para evitar un problema.
Para ello actuamos según nuestras normas morales. Podemos actuar de una manera
más compasiva, empática, o bien inhibiendo y refrenando nuestros propios principios,
transgrediendo a los demás.

El ser humano tiene una tendencia innata a formar categorías o grupos sociales. Este mecanismo lo lleva a identificarse con algunos de estos grupos y diferenciarse de otros. Estas categorías están llenas de prejuicios o estereotipos y guían la manera en que nos relacionamos con nuestro propio grupo y con el resto.

En ocasiones esta diferenciación lleva a un no reconocimiento del otro como persona, provocando su denigración, negándole características humanas. De este modo legitimamos y justificamos ciertas acciones hacia el otro, por considerarle carente de características humanas.

¿En qué situaciones ocurre este fenómeno de la deshumanización?

Durante la guerra se percibe al “enemigo” en ocasiones como un animal o una persona inferior. De este modo se justifican acciones violentas hacia el otro ya que no es igual,no es tan humano. De este modo es más sencillo dañarle.

Pero no hace falta ser participe directo en el conflicto, hay otras formas de
deshumanización indirecta que provocan la denigración y la negación de aspectos humanos en los otros. Cuando justificamos y legitimamos acciones en las guerras desde nuestras casas, cuando culpamos al enemigo, cuando nuestras vidas siguen sin dar importancia a lo que está sucediendo en ese país en guerra o incluso olvidamos los conflictos.

La deshumanización tiene tres funciones:

  • Justificar la violencia entre los grupos. Al identificar al otro grupo como inferior,
    se percibe que se tienen derechos sobre sus integrantes, justificando así el uso
    de la violencia.
  • Legitimar el posicionamiento del grupo. Mostrar que el otro grupo no es tan
  • Alejar cognitivamente a la persona de eventos potencialmente traumáticos o
    Si el otro no es tan humano, es inferior, está más permitido dañarle.

Mediante estos mecanismos el ser humano justifica y minimiza sus acciones violentas hacia el otro. Le ayudan a rebajar la gravedad de las acciones cometidas, disminuyendo así su propio sufrimiento, legitimando su acción. En la sociedad actual, ¿en qué fenómenos se observa este fenómeno de la
deshumanización?.

Gema Ordás Albelo.

La relación terapéutica nace y también se hace

Hay un matiz esencial que, en mi opinión, confiere a la profesión de terapeuta o psicóloga/o un valor profundo y especial, aunque resulte una tarea exigente. En nuestra profesión, no sólo se valoran los títulos, la formación, el aprendizaje, la experiencia o el conocimiento, se valora la comprensión de la naturaleza humana, el papel fundamental de las relaciones interpersonales, las actitudes y las habilidades personales. En la relación terapéutica confluyen técnica y emoción, sabiduría y humanidad, formación permanente, actualizada, creatividad, aceptación y vivencia.

Nuestro trabajo es en el fondo un camino de autoconocimiento, y en el establecimiento de una buena relación terapéutica, se adquiere una comprensión más profunda, no sólo de nosotros mismos, sino también de los demás y de la esencia de la naturaleza humana en general, desarrollando paralelamente un corazón compasivo. Los pacientes nos enseñan, nos importan, cada uno con su propia singularidad, con su propia manera de ver e interpretar la realidad desde el lugar que ocupa en el mundo, con su historia de vida, con sus conflictos no resueltos, con heridas del alma no curadas, con problemas familiares del pasado.

Una persona con una actitud abierta, comprensiva, cálida, amable y de aceptación incondicional respeta al otro con sus necesidades y se muestra cercana, deseando lo mejor para él. Esto se expresa en multitud de maneras durante el proceso terapéutico, tal vez un paciente necesite en este preciso momento la experiencia de ser sostenido en su dolor por el terapeuta, mientras que otro necesite que se respete una cierta distancia o que se comprenda su soledad. Si el paciente se siente confirmado tal y como es por el terapeuta, esta experiencia por sí sola tiene sobre él un efecto normalizador y sanador. Será en muchas ocasiones la propia relación terapéutica la que sane, el propio terapeuta un instrumento, un catalizador para conseguir la superación del sufrimiento, el bienestar, la autorrealización y el crecimiento personal de los pacientes. El terapeuta está preparado para ello, es nuestro objetivo ofrecer esa ayuda y, a través de la relación personal con el paciente, y del uso de elementos técnicos y estratégicos se facilitará el proceso y el cambio.

Una de las tareas fundamentales del psicoterapeuta es el acompañamiento y la orientación al paciente en su proceso terapéutico, en su camino de autoconocimiento y maduración. Ésa es la grandeza de nuestro oficio y la verdadera alegría: la relación con los demás. Siendo conscientes de que al principio es difícil que el paciente desnude su alma, ponga nombre a lo que siente, encuentre una explicación a lo que le ha traído a la consulta, tome consciencia de lo que le causa dolor, lo limita y condiciona su vida e ilumine aquellos aspectos más ajustados a la realidad.

En la relación terapéutica se hace absolutamente necesario el ser honestos, genuinos, auténticos, porque a pesar de toda la experiencia y todo el saber hacer, los errores terapéuticos pueden aparecer. Aun cuando el terapeuta trate de evitarlos con todas las fuerzas, sigue siendo un ser humano limitado e imperfecto, como todos los demás. En ocasiones, se pueden poner esos errores al servicio de la sanación, cuando es posible nombrarlos, debatir sobre ellos con el paciente y aprender de toda esa experiencia. De ese modo, tendrán una función constructiva para los dos implicados: terapeuta y paciente y, con esta intención, resultará muy útil preguntarle al paciente con regularidad qué le ha ayudado y qué no del trabajo realizado en cada sesión. “¿Para qué crees que te podría venir bien?”, porque no siempre resulta fácil reajustar expectativas, fijar metas, establecer objetivos terapéuticos y hemos de hacerlo siempre con flexibilidad, adaptándonos a las necesidades y al ritmo de cada paciente.

El paciente o la paciente son los que importan y con conocimientos, habilidades, experiencia, intuición, paciencia, confianza y la inspiración creadora del terapeuta podremos dar respuesta a la realidad única de cada ser humano que llegue a nuestra consulta. En ocasiones, su avance lo sentirá desde nuestra posición como un abrazo simbólico, otras como una incómoda confrontación o una veraz prueba de realidad.

Un buen terapeuta es un artista que se presenta vestido de hombre de ciencia y la terapia, un acto creativo.

 

 Preguntas que invitan a reflexionar

  • Nos duele el dolor de los otros y, por eso, intentamos que no lo expresen, pero ocultándolo no vamos a conseguir que esa persona tenga menos dolor. Hemos de saber estar y acompañar en esos momentos sin forzar ninguna respuesta. El silencio forzado no cura, más bien devasta. Los terapeutas conocemos el poder de sanación de la palabra y de la escucha activa.
  • Tenemos que querer a nuestros pacientes, confiar en nuestros pacientes, pero no desde la misma posición, porque si me igualo a ti no te ayudo.
  • En consulta, todas las emociones son legítimas, no hay emociones buenas o malas, positivas o negativas, primarias o secundarias con respecto a su importancia, a su necesidad evolutiva o a su capacidad de adaptación para el ser humano.
  • Cómo puedo señalarle al paciente alguna conducta disfuncional sin causarle daño o provocarle una actitud defensiva o reactiva. Un principio que me resulta útil muchas veces en la terapia y que aprendí del psicoterapeuta y catedrático de psiquiatría Irvin David Yalom : “Es golpear cuando el hierro está frío”, es decir, hacer el señalamiento o la retroalimentación acerca de su comportamiento cuando está actuando de otra manera.

12 meses, 12 oportunidades. #YoMeUnoAlCambio

Según vayas leyendo este documento, te darás cuenta de que se suele infravalorar el impacto que el alcohol puede llegar a tener en nuestra salud y nuestras vidas. En general, las medidas de prevención de consumo nocivo de alcohol que propone la OMS son políticas y sociales, como por ejemplo, aumentar los impuestos sobre el alcohol. Sin embargo, a nivel personal, también proponen las siguientes medidas generales:

  • Consumir preferiblemente un máximo de medio vaso de vino al día, dejando como mínimo 1 día de descanso sin alcohol
  • Si no es posible, y preferiblemente, no sobrepasar 2 vasos de alcohol al día en hombres, y 1 en mujeres

Dadas estas recomendaciones, este mes de mayo te proponemos el siguiente reto: »Genera conciencia sobre cuánto alcohol consumes y reduce tu consumo de alcohol»

En este PDF podrás encontrar toda la información del reto. Pincha aquí para descargar el PDF.

Te animamos a que nos sigas en nuestras redes sociales @centropsicologicosmc para poder compartir tus experiencias con nosotros. Estaremos encantados de escucharte.