La mente y el comportamiento humano siempre ha sido un campo de interés para la ciencia desde las civilizaciones antiguas de Egipto, Persia, Grecia, China e India. Sin embargo, la psicología entendida como ciencia no hace su aparición hasta finales del siglo XIX coincidiendo con la inauguración del laboratorio implementado por Whilhelm Wundt.
En estos primeros años surge la corriente psicológica del estructuralismo centrando su atención principalmente en el estudio del pensamiento, la inteligencia, la memoria etc. Podríamos decir que su objetivo principal fue descubrir los componentes elementales de la consciencia y de que forma interaccionan entre ellos para dar lugar a los procesos mentales. Sin embargo, la perspectiva que utilizaban los estructuralistas podía entenderse como reduccionista ya que la idea principal que sustentaba esta corriente es que un sistema tan complejo como nuestra mente podía descomponerse en partes aisladas e independientes.
No es hasta principios del siglo XX que surge el funcionalismo corriente que rechaza este enfoque estructuralista y trata de comprender los procesos mentales como un todo, centrándose en el funcionamiento de la mente y no en los elementos que la componen.
Otra corriente que surge a principios del siglo XX es la Gestalt (que no debe confundirse con la terapia Gestalt que surgirá unos años más adelante). Esta corriente tiene su origen en Alemania y buscaba estudiar principalmente procesos relacionados con la percepción. Estos investigadores crearon lo que conocemos actualmente como “leyes de la Gestalt” que explican como percibimos a través de ciertos estímulos. Son las leyes que explican la mayor parte de las ilusiones ópticas que en algún momento todos hemos podido ver.
Contemporáneamente a estas tres corrientes surge el psicoanálisis a raíz de la obra y pensamiento de Sigmund Freud. El autor presenta la idea de que las emociones, pensamientos y conductas humanas se deben a la lucha inconsciente de fuerzas opuestas. Y que éstas pueden ser comprendidas por el individuo a través de la interpretación.
En contraposición del psicoanálisis surge el conductismo, que basaba sus investigaciones únicamente en elementos observables. Los conductistas se centran en analizar la relación que existe entre estímulos y respuestas. Entendiendo que ciertos estímulos hacen que la conducta aumente mientras que otros la disminuyen (en frecuencia, intensidad o duración)
A mediados del siglo XX tenemos el surgimiento de otra corriente, la psicología humanista, en reacción a los anteriormente mencionados psicoanálisis y conductismo. La psicología humanista nace debido a la simplificación que ambas corrientes hacían a cerca del ser humano, buscando una compresión integral del mismo. La psicología humanista hunde sus raíces de la concepción del ser humano en la filosofía. Asimismo, desde la propuesta que hace Carl Rogers, uno de los mayores representantes de la psicología humanista, se entiende que el individuo posee las capacidades suficientes para comprenderse a si mismo y cambiar siempre que haya un clima determinado que lo facilite. Además, la psicología humanista pone mucha atención en el establecimiento de un buen vinculo con el paciente, en el que estén presentes la empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad.
Al mismo tiempo surge la terapia sistémica que tiene sus orígenes en la terapia familiar. Sin embargo, la terapia sistémica no considera que la familia sea el único foco en el que se pueda realizar la intervención. Desde esta corriente se entiende que el enfermo no es más que el portador de los síntomas de una dinámica disfuncional que está teniendo lugar en el sistema al que pertenece. Por tanto, entiende que siempre que se produzca un cambio en uno de los elementos del sistema (familia, pareja, escuela, trabajo) el sistema cambiará. Desde esta corriente se trabaja con las dinámicas relacionales, el estudio del árbol genealógico y las jerarquías.
A finales del los 60 surge el cognitivismo, como reacción al conductismo anteriormente mencionado. Esta corriente buscaba poner el foco de atención en aquellos procesos que no habían sido tenidos en cuenta como por ejemplo las creencias, pensamientos, emociones etc…
A finales del siglo XX se produce la unión entre la terapia cognitiva y la conductual. Dando lugar a la terapia cognitivo-conductual (o terapia Co-Co). Esta terapia es la más extendida actualmente centrando las intervenciones en elementos comportamentales observables, pero también en todos aquellos “subjetivos” no observables que un principio eran rechazados por la corriente conductual. Esta terapia está muy centrada en los problemas del presente que trae el paciente.
Por último, tenemos el surgimiento de las terapias de tercera generación. Estas terapias buscan hacer una intervención más próxima a la persona que al problema teniendo muy en cuenta su vivencia y como el contexto en el que tiene lugar ha podido afectar. El objetivo principal es cambiar el modo en el que el paciente percibe su problema, facilitando que llegue a comprender la funcionalidad que se le ha otorgado a la conducta modificándolas desde la aceptación. La terapia no se entiende como una lucha si no como una reorientación de los aspectos vitales del paciente.
Este ha sido un pequeño recorrido a través del nacimiento de las corrientes más destacadas de la psicología, sin embargo, esto no quiere decir que las corrientes hayan permanecido estáticas. Cada una de las corrientes que hemos visto ha ido evolucionando con el paso del tiempo, así como generando nuevas formas de comprender al ser humano y de como acercarse a él.
ALGUNAS PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:
- ¿Cuál crees que es la corriente que más encaja con tu forma de entender al ser humano?
- ¿Crees que alguna de estas corrientes presenta una mayor eficacia?
- ¿Hay alguna corriente de la que nunca hayas oído hablar? ¿a qué crees que se debe?
Raquel Bertaccini García