El abrazo a uno mismo
En todo proceso de sanación existe el deseo de la persona de encontrarse a sí mismo, de serlo. Es un deseo que ha llevado siempre consigo, pero que se ha visto incapaz de cumplir – es ahí donde reside su malestar – y por ello se detrás de una máscara con la que trata de defenderse de los problemas que le acechan.
Una vez se atreve a descubrirse, sacando a la luz lo que la máscara esconde, para ser realmente quien es, la persona debe experimentar una serie de cambios que serán facilitadores de esta experiencia de sintonía con uno mismo.
Uno de los primeros cambios que encontramos es el de la apertura a la experiencia. La persona comienza a reducir las defensas hacia los estímulos que percibe, los cuales comienzan a notarse cada vez de manera mas objetivo, incluso si generan malestar en nosotros. Sin sesgos, comienza a ver la amplitud de la realidad, los propios sentimientos y actitudes se hacen más conscientes, y la realidad externa deja de seguir una regla estricta, no todo el mundo es malo y de igual modo, no lo hace la persona todo mal.
También aumenta la confianza en el propio organismo, pudiendo usarlo como herramienta para tomar las mejores decisiones. Tiene que elegir si acudir a una cita, rechazar un trabajo, dónde veranear, y para hacerlo utiliza su cuerpo, que es informador de sus sentimientos ante distintas situaciones, provee conocimientos y facilita la reflexión. Así, termina encontrando una solución en consonancia con quien es, algo que puede saber al haber escuchado a su propio organismo.
Otro cambio que acontece es el foco interno de evaluación. La persona comienza a comprender que tanto las decisiones, como los juicios de valor y la fuente de sus relaciones surgen de su interior. De esta manera, comienza a hacerse responsable de sus acciones, sabiendo que está en su mano el cambio, y estando por fin a las riendas de su porvenir.
Por último, aparece el deseo de ser un proceso. Los objetivos iniciales en los que la persona aspiraba a ser un ente perfecto y estático se desvanecen, es consciente de que está en continuo movimiento y de que el viaje no es solo el destino sino también vivir la experiencia del camino. Es potencia y siempre estará desarrollándose, saboreando cada momento en sintonía consigo mismo.
Nuevos estados personales como los que acabo de mostrar pueden servir de guía a toda persona con deseo de generar un cambio en su vida, contrastar estas actitudes con las nuestras propias pueden ayudarnos a abrazarnos a nosotros mismos, permitiéndonos realmente ser quienes somos.
Referencia:
Rogers, C. (2011). Qué significa convertirse en persona. En C. Rogers, El proceso de convertirse en persona (pp. 103-116). Barcelona: Paidos