El DSM-5 y sus limitaciones
El DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales) consiste en una guía para el diagnóstico de trastornos mentales para gran parte de los profesionales sanitarios.
En la actualidad acuden a consulta personas que están sufriendo malestar a raíz de situaciones difíciles en su vida que les desbordan, algo que anteriormente no era tan común pues solían recibir mayor apoyo psicológico las personas con cuadros más «graves» de ansiedad, depresión, esquizofrenia… En el DSM-5 existe un apartado denominado «Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica» en el cual están incluidos los problemas relacionales, incluyendo el maltrato, abuso y negligencia en la infancia, problemas educativos y laborales…
El hecho de que exista una mayor demanda de apoyo psicológico en relación a estas temáticas nos da información de cómo van cambiando las necesidades sociales y también de cómo parece existir una tendencia a asignar a todos los problemas un nombre clínico. Es llamativo que en la primera edición del DSM se recojan 106 trastornos y que en la actual la cifra haya subido a 216 durante un periodo de 60 años. Esta tendencia a «etiquetar» parece estar fomentada por la industria farmacéutica.
Con respecto a las limitaciones del DSM, este manual se enmarca en el modelo médico categorial de enfermedad, por lo que no representa la realidad ya que hay grupos de síntomas que están presentes en muchas categorías diagnósticas, y hay pacientes con un mismo diagnóstico, pero con una sintomatología muy diferente, por ello, el hecho de que se establezca un diagnóstico, no clarifica el tratamiento a aplicar con el paciente.
Además, en el DSM se realiza una descripción detallada de la problemática que presenta el paciente. Sin embargo, no se va más allá de la etiqueta, no se informa de los posibles orígenes de los síntomas que está presentando el paciente, no se tiene en cuenta que el sufrimiento humano es multicausal, y se asocia a factores biológico, contextuales y psicológicos que son únicos a cada individuo, pues cada persona es un mundo, y ese mundo nos lo tiene que enseñar el paciente.
Por otro lado, independientemente de la existencia de estas limitaciones presentes en el DSM-5, que no dejan espacio a otras clínicas psicológicas, humanistas, subjetivas y contextuales, sería interesante parar a preguntarse… ¿Puede un manual abarcar tantas exigencias que son tan necesarias en la práctica clínica? ¿Es posible que en parte el exigir tanto a un documento viene de una necesidad de control que no podemos tener y con la que tiene que convivir todo terapeuta? ¿Cómo afecta la perspectiva que presenta este manual a los diferentes modelos terapéuticos?
Echeburúa, E., Salaberría, K., & Cruz-Sáez, M. (2014). Aportaciones y limitaciones del DSM-5 desde la Psicología Clínica. Terapia psicológica, 32(1), 65-74. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-48082014000100007.