Permanecer sano suele ser más fácil y menos costoso que recuperarse

Más allá de la intervención: la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud como herramientas poderosas en Psicología de la Salud

Hoy, que vamos a hablar sobre prevención y promoción en Psicología de la Salud, me gustaría comenzar con la premisa de la que parte esta disciplina: permanecer sano suele ser más fácil y menos costoso que recuperarse. Y es que cuánta sabiduría tiene esta frase, y qué poco caso le hacemos en muchas ocasiones…

Es importante aclarar que, cuando se hablamos de prevención, tomo la definición de Costa y López (1986) que la divide en tres niveles distintos en función de su objetivo:

  1. Prevención primaria: disminución de la incidencia de enfermedades
  2. Prevención secundaria: disminución de la prevalencia de enfermedades
  3. Prevención terciaria: disminución de secuelas y complicaciones de las enfermedades

No obstante, en este artículo vamos a centrarnos en la prevención primaria, ya que es aquella que se cuida menos por lo general (y también la más novedosa), ya que se trata de la intervención previa a la aparición de cualquier enfermedad. Ésta, a su vez, está estrechamente ligada con la promoción de la salud, ya que son, básicamente, dos extremos de un mismo continuo.

Los objetivos principales de la prevención primaria de la enfermedad y de la promoción de la salud es la construcción de estilos de vida saludables y la evitación de comportamientos de riesgo, lo cual se logra a través de programas de promoción de la salud. Estos programas pretenden dotar de conocimientos a las personas para que puedan ejercer un rol activo sobre su propia salud y, desde ese lugar, mejorarla. Si tenemos en cuenta que la salud está formada por la interrelación de los sucesos en las dimensiones bio-psico-social y los determinantes biológicos, medioambientales, sociales, individuales y el sistema de asistencia sanitaria, no es de extrañar que estos programas persigan los siguientes objetivos:

  • Responsabilidad sobre el propio estilo de vida
  • Conciencia sobre el consumo de alimentos y otros productos
  • Reducción y manejo del estrés
  • Acondicionamiento físico

Y todo esto se puede resumir en el desarrollo de conductas de salud, que representan la herramienta a través de la cual los psicólogos intervenimos en la promoción de la salud y en la prevención de la enfermedad de manera indirecta. Las conductas de salud se pueden definir como todo lo que un individuo puede hacer, pensar o sentir y que esté al servicio de la promoción de la salud y de la prevención de la enfermedad. Estas conductas, a su vez, se subdividen en:

  • Conductas de detección de enfermedades (prevención de la enfermedad) que por sí solas no permiten mejorar la salud, pero sí detectar de forma temprana la presencia o indicios del desarrollo de una enfermedad (ejemplo: hacerse una mamografía para detectar el riesgo de desarrollar cáncer de mama o los indicios de presencia de la enfermedad).
  • Conductas de promoción de la salud, que por sí mismas permiten mejorar el estado de salud de las personas (ejemplo: hacer deporte y comer sano).

Entonces… ¿desarrollar algunas de estas conductas será suficiente? La respuesta a esta pregunta es compleja, puesto que no se puede predecir si una persona que realiza muchas conductas de salud desarrollará o no una enfermedad, puesto que este resultado depende la interrelación de las dimensiones y determinantes previamente mencionados. Lo que sí podemos asegurar es que conforme se lleven a cabo conductas de salud de manera regular, menor será el riesgo de incidencia de una enfermedad.

Pero ¡ojo! aquí, porque las conductas de salud aisladas no explican el desarrollo o no de una enfermedad, sino que lo que realmente ha demostrado ser efectivo es el conjunto de conductas, que es el estilo de vida.

Por lo tanto, después de este repaso por el mundo de la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud, es importante entender que cuando el psicólogo o la psicóloga recomienda la adopción de un estilo de vida sano no es un mero cliché, ni que se haya quedado sin herramientas “psicológicas” de trabajo. Estas herramientas, transversales al bienestar general de las personas, son tremendamente poderosas para mejorar la salud física y mental de las personas. Cuidando cuidamos este elemento clave del complejo círculo vicioso entre las conductas, los hábitos, el estilo de vida, la salud y la enfermedad, estamos reduciendo las probabilidades desarrollar una enfermedad que posteriormente tendrá que ser tratada con intervención directa, lo cual es mucho más costoso – y en ocasiones doloroso – que desarrollar un estilo de vida saludable.

Te dejo algunas preguntas para la reflexión y por si te animas a dejarnos tus respuestas:

¿Crees que merece la pena invertir en promover un estilo de vida más saludable?

¿De qué forma te cuidas para prevenir el desarrollo de enfermedades / cómo promueves un estilo de vida saludable?

¿Te animas a intentar incorporar algunas prácticas, rutinas o hábitos a tu estilo de vida que sean beneficiosos para tu salud?

 

ER-VH