Cuando acudimos a terapia, acudimos a un lugar, en un primer momento, desconocido, con una persona desconocida, que según avance la terapia se ira convirtiendo en alguien significativo en nuestra vida, al menos durante el tiempo de proceso terapéutico. Hoy nos gustaría hablar un poco de la relación que se establece entre consultante y terapeuta, puesto que es una relación única y especial.

La relación terapéutica nace y también se hace; nada más conocer al terapeuta en la entrevista o en las primeras sesiones, surgirá un primer sentimiento con respecto a tu psicóloga o psicólogo. Esa es la parte más difícil de explicar de una forma racional, aparece ahí el primer “feeling”.

Hay veces que desde el principio surge una buena conexión y esto no depende de lo sociable que seas tú o de lo buena/o que sea el terapeuta, es una cuestión de química entre dos personas que se acaban de conocer. Cuando esto es así, sólo tenemos que aprovechar esta buena relación y cuidarla durante el proceso. En estas situaciones, resulta más fácil conectar con los sentimientos de seguridad, confianza y motivación, y estas tienden a crecer durante el tratamiento.

Pero también hay relaciones que se construyen poco a poco, con trabajo y descubriendo progresivamente nuevos aspectos de la otra persona y de nosotros mismos, a los que llegamos viendo qué cosas nos incomodan del otro, la relación terapéutica también es un gran espejo que nos hace ver que cosas de nosotros no nos gustan y que tendemos a proyectar en el otro.

Esto es lo que sucede en las situaciones en las que, tras las primeras sesiones, te puedes quedar con una sensación levemente incómoda, de no haber hablado del todo de lo que necesitabas hablar, o de no haber conectado lo suficiente. En estos casos, es importante reflexionar sobre el origen de esa incomodidad, qué parte tiene que ver conmigo, con mis expectativas, con las necesidades que espero cubrir en la terapia…etc. Y que parte con el otro. Es importante responsabilizarme de alguna manera de mi sentir, hacernos conscientes de que en estas primeras fases se inicia el avance en cuestiones sensibles, lo cual no es fácil. Hablar de forma de mis heridas, de lo que vivo como limitante o carente, de mi familia…etc. Es un gran ejercicio de exposición y es un proceso llegar a tener la disposición y herramientas para hacerlo. También en muchas ocasiones, estas dificultades tienen que ver con   aspectos emocionales que nos han llevado a acudir a tratamiento, estos aspectos también van a estar presentes. Tenemos que ser conscientes de que lógicamente, no es fácil abrirse en canal ante una persona que no conozco y es importante que nos demos el tiempo y el espacio necesarios para sentirnos cómodos y poco a poco ir compartiendo aspectos de nuestra intimidad.

Es importante tener paciencia en esta etapa inicial, confiar en el psicólogo o psicóloga, y expresarse, poco a poco, con menos miedo y con más tranquilidad y normalidad, e ir sintiendo cómo evoluciona la relación y también sentirnos con derecho a expresarnos respecto a nuestro sentir en esa relación; expresar todo aquello que consideres importante, sobre ti y también sobre la relación terapéutica que se está empezando a crear.

A esto lo llamamos “construir” una relación terapéutica sana. Menciona qué te ayuda de las sesiones, lo que te hace sentir bien, y aquello que te incomoda, genera dudas o no acabas de aceptar.

Confía en hablar de aquello de lo que realmente necesitas hablar. Hazlo sin ningún temor. Los psicólogos y psicólogas no juzgamos, no establecemos juicios de valor. Estamos aquí por ti. Que salga en sesión lo que tenga que salir, en un espacio de respeto y seguridad en el que no tienes que agradar a nadie, solo cuidar de ti.