Los mecanismos de defensa fueron descritos por primera vez por Sigmund Freud, pero fue su hija Anna Freud quien profundizó en ellos realizando una primera clasificación.
Los mecanismos de defensa son estrategias para frenar el malestar de ciertas vivencias y los sentimientos asociados a ellas. En algunos casos incluso estas estrategias defensivas del Yo sirven para garantizar la supervivencia. Por ejemplo, ¿Cómo puede un niño de dos o tres años que ha perdido a su madre enfrentarse a sus emociones? Si ese niño no fuese capaz de interrumpir su dolor emocional mediante algún tipo de mecanismo probablemente entraría en una situación depresiva de riesgo. Otra de las funciones de los mecanismos de defensa es preservar nuestra autoimagen e intimidad. Estos mecanismos son las formas inconscientes que tiene el ser humano para que las circunstancias de frustración y conflicto interno o externo sean “reprimidas”, reduciendo de este modo la ansiedad y la agresividad que nos puedan producir tales situaciones
Nuestro cerebro parece haber desarrollado diversas formas para proteger a nuestro organismo de aquello que nos parece demasiado doloroso o inaceptable. Por ejemplo, cuando cerramos los ojos de repente evitando un fuerte destello de luz, o cuando nos tapamos los oídos ante un ruido muy estridente. De la misma manera, protegemos de diversas maneras nuestra emocionalidad frente a lo desagradable, como cuando no queremos reconocer algún aspecto de nosotros mismos que nos disgusta o rompe el autoconcepto que nos habíamos creado de nosotros mismos.
Estos mecanismos aparecen de forma automática e inconsciente, por ejemplo en la deflexión, cuando una persona se ríe ante una situación que le genera angustia, no piensa “ esta situación es muy angustiosa para mí, así que voy a reírme para anular la intensidad de esta emoción incómoda”, simplemente aparece ese mecanismo de defensa, incluso a veces cuando señalamos a la persona que tenemos en frente que ha deflectado se sorprende ya que no es algo que se haga de manera consciente. También al no ser una respuesta consciente ni elegida, sino más bien una automatización, resulta difícil abandonar el hábito de su uso, pese a que como contrapartida pueden aparecer ciertos desequilibrios.
Podríamos utilizar el refrán: “ojos que no ven corazón que no siente” para dar una idea general de que hacen estos mecanismos de defensa, la cuestión es, ¿a qué precio?
¿Entonces todos los mecanismos de defensa son “malos”? Es importante aclarar que no, son una parte íntegra del funcionamiento psíquico de todo individuo y sólo se les considera patológicos cuando se abusa de ellos o cuando son demasiado rígidos.
Nuestros mecanismos de defensa entran en acción cuando nos sentimos amenazados. Esto no necesariamente significa sentirse amenazado físicamente sino también psicológicamente o emocionalmente. Pueden aparecer ante situaciones de alto estrés, cuando dudamos de nuestras habilidades y de pronto nos damos cuenta de nuestras propias deficiencias. Ante estas situaciones, por ejemplo, nos podemos poner a la defensiva para poder preservar nuestro ego.
Por supuesto, los mecanismos de defensa pueden surgir en cualquier área de nuestra vida. Como conclusión debemos saber que los mecanismos de defensa son normales y todos los usamos hasta cierto punto.
¿Cómo puedes evitar que tus propios mecanismos de defensa se conviertan un problema? El primer paso es el autoconocimiento, reconocer cuales son los mecanismos de defensa que interrumpen tus procesos cuando te sientes amenazado de alguna manera y que papel están cumpliendo en ti. A través de la psicoterapia hacemos un trabajo profundo de estos mecanismos y de cómo aprender a identificarlos y manejarlos.
Pero ¿cuáles son los mecanismos de defensa que existen? En la serie de post que iremos publicando en redes este mes, os los iremos explicando de manera sencilla.
NRS