Pesimismo y positivismo tóxico: dos caras de la misma moneda

Pesimismo y positivismo tóxico: dos caras de la misma moneda

Una emoción es un proceso psicofisiológico que sucede ante estímulos internos o externos y que nos prepara para adaptarnos al entorno. Hay emociones primarias, que son con las que nacemos, y emociones secundarias, que son las que se desarrollan en relación con el contexto cuando crecemos. Tienen una base biológica y social, y aprendemos de diversos modos a cómo regularlas y comunicarlas. De esta manera, la manera en la que expresamos las emociones está ampliamente influida por el contexto y la cultura de la que somos partícipes.

 

En la sociedad occidental en la que vivimos la alegría se asocia a algo bueno, mientras que la tristeza a algo malo. Hay una clara diferencia entre las emociones consideradas “positivas” de las emociones “negativas”, habiendo una represión social de las segundas. La ira, la frustración, la tristeza, la envidia, la ansiedad: son emociones que se asocian al pesimismo y el sufrimiento. Socialmente se rechaza este tipo de emociones, promulgando adoptar una actitud positiva ante las circunstancias adversas que nos suceden en la vida. Resignarnos a que las cosas son como son y no se puede cambiar. Mirar el lado bueno de las cosas para así sufrir menos.

 

Pero, ¿qué ocurre con las situaciones que no se pueden enfocar de otro modo? ¿Con las emociones que inicialmente nos suscita lo que nos ocurre?

 

Interrumpir un proceso emocional que nos hace sufrir, lleva a más sufrimiento. Un positivismo extremo es igual de malo que un pesimismo constante: el negar un aspecto emocional que sentimos ante cualquier situación que se nos plantee nos impide afrontar la realidad de manera adaptativa y realista.

 

En la positividad tóxica se impone una actitud falsamente positiva, sobregeneralizando un estado de felicidad y optimismo sea cual sea la situación, silenciando nuestras emociones «negativas». La represión sociocultural de las emociones consideradas malas y la presión por mostrar una buena actitud en el fondo invalida las emociones que estamos sintiendo, impidiéndonos procesar de manera natural lo que atravesamos y adaptarnos a ellos. Esta actitud nos acaba quemándonos y empujándonos, en el fondo, a una visión negativa de las cosas. Las emociones nos hablan de procesos que suceden dentro de nosotros, y debemos de escucharlas para poder hacer frente a la realidad que vivimos.

 

Carlota Urgel