Presión social en la cultura del bienestar
Presión social en la cultura del bienestar
Según la teoría de la autodeterminación, el individuo tiene tres necesidades psicológicas básicas: competencia, autonomía y relación. Esta última implica que sea un ser sociable por naturaleza, que esté en constante interacción y busque ser aceptado e integrado por los demás. Al querer formar parte de los diferentes grupos y entornos sociales, muchas veces, se siente presionado e intranquilo porque tiene que realizar ciertas cosas que no necesariamente le gustan ni comparte pero que las ayudarán a ser aceptado.
Al vivir en un mundo en el que es importante cumplir con ciertos estándares sociales, para poder pertenecer o encajar, el ser humano suele dejar de lado aquello que es importante para uno mismo y, en muchas ocasiones, afecta la salud mental. En este proceso de ser aceptados, se ha enseñado que estar y sentirte bien es lo correcto e ideal. Donde se ha aprehendido que uno debe de sentirse bien todo el tiempo y, sin ser eso suficiente, demostrárselo al resto a través de palabras, actividades y hasta redes sociales.
La presión social impuesta en la cultura del bienestar genera diferentes sensaciones, como sería frustración. Esta impide que las personas se dejen sentir emociones con naturalidad y solo se permiten tener sensaciones o emociones consideradas como positivas, evitando las negativas e incómodas. Se trata de que el individuo evite mostrar sus vulnerabilidades a los demás, y esto llega a generar círculos de reactividad, donde uno termina diciendo las cosas con gritos, exigencias, quejas, evasiones y hasta huidas.
La presión social viene acompañada de una cultura de positivismo extremo, en donde te impone que ser feliz y sentirte bien es lo correcto a pesar de que vivas diferentes situaciones que te generen tristeza, miedo, angustia o ansiedad. Esta viene acompañada de muchas frases como “tienes que estar bien”, “pase lo que pase hay que ser feliz”, “tu felicidad depende de ti”, entre otras, que son compartidas en los medios de comunicación generando un impacto negativo de mucha presión y frustración en las personas.
Asimismo, aparecen emociones como el miedo, la culpa y la angustia hacia no sentirse bien todo el tiempo y el rechazo hacia cualquier emoción negativa que uno sienta, sea cual sea la situación que uno esté viviendo. A raíz de esto, la persona tiene la necesidad de no sentir sufrimiento y lo ve como algo perjudicial para su salud mental y bienestar integral.
Sin embargo, el sufrimiento es natural y necesario en la vida del ser humano; ya que en el día a día vivimos diversas situaciones: pérdidas, duelos, conflictos, incertidumbres, entre otras que no son agradables ni placentera. La presión al bienestar, inconscientemente, genera sufrimiento, ya que invalida que uno sienta cualquier tipo de emoción que te aleje de la cultura del estar bien.
A raíz de lo expuesto, es importante que aprendamos a conocer las emociones, que validemos aquello que sentimos, que aceptemos cada emoción y que seamos compasivos con nosotros mismos y con los demás. Eduquemos a una sociedad con un mayor vocabulario emocional, generando individuos empáticos donde se valide al otro, y se eviten generar juicios de valor, expectativas y prejuicios.
Giulia Camaiora Chiappe