¿Problema o trastorno? ¿Cuál es la diferencia?
A lo largo de la vida, nos enfrentamos a numerosos problemas y dificultades cotidianas que nos vemos obligados a manejar para continuar con el día a día. Este manejo y su posible resolución generan bienestar y permiten, en la mayoría de las ocasiones, avanzar. Sin embargo, la falta de estrategias o la incapacidad para manejar algunas situaciones pueden aumentar el malestar emocional y la angustia, llegando a desencadenar problemas mayores que deriven en trastornos, ya sean físicos o psicológicos. Este tipo de situaciones pueden estar influenciadas por nuestra forma de pensar, actuar o sentir y generan un alto grado de sufrimiento, aunque la propia persona no siempre sea plenamente consciente de ello.
En la actualidad, está aumentando la tendencia a acudir a terapia a causa de estos problemas que generan insatisfacción personal y sufrimiento, como una ruptura de pareja, dificultades en la convivencia, un duelo por la pérdida de un ser querido, estrés laboral, etc. Estas nuevas demandas terapéuticas están relacionadas con cambios sociales y con una mayor exigencia en la calidad de vida, además de por la medicalización de la vida diaria (Echeburúa, Salaberría, & Cruz Sáez, 2014).
Según el DSM-5, un trastorno hace referencia a: «patrones de comportamiento de significación clínica que aparecen asociados a un malestar emocional o físico de la persona, a una discapacidad, al deterioro en el funcionamiento cotidiano, a la pérdida de libertad o incluso a un riesgo significativamente aumentado de implicarse en conductas contraproducentes o de morir prematuramente”.
Por esto, podemos entender un trastorno como una alteración del estado de salud, debido o no a una enfermedad, donde un cambio problemático y, por tanto, desadaptativo afecta al procesamiento general de la persona e interfiere en su vida diaria de una manera muy significativa.
Aunque a veces se nos olvide, no solo existe el dolor físico, sino que también experimentamos dolor psíquico a través de las emociones, pensamientos, impulsos, recuerdos… que preocupan e incomodan y no encontramos la manera de afrontar.
En conclusión, actualmente el motivo de consulta de las personas que acuden a terapia se relacionan con situaciones de malestar emocional y no con trastornos con un nombre clínico, síntomas y tratamiento concreto. Se trata de aquellos que se sienten sobrepasados por sus dificultades cotidianas y carecen de las estrategias de afrontamiento necesarias, apoyo familiar o social, etc. para hacer frente a ello.
Preguntas para reflexionar
¿Dónde está el límite entre una dificultad personal y pasajera y un problema que realmente está condicionando el día a día? ¿Hasta qué punto influye este desconocimiento para acudir a terapia? ¿Promovemos los psicólogos esta indiferencia en los términos en nuestras sesiones?
Bibliografía
Echeburúa Odriozola, E., Salaberría Irízar, K., & Cruz Sáez, M. S. (2014). Aportaciones y limitaciones del DSM-5 desde la Psicología Clínica. Terapia Psicológica. Revista Chilena de Psicología Clínica, 32(1), 65–74.