Volver a la Coherencia Evolutiva: Visión holística de la
La especie homo sapiens a la que pertenecemos lleva sobre la faz de la Tierra más de 200.000 años; aunque ya desde hace 2,5 millones comenzó la evolución del género homo del que provenimos. Durante estos cientos de miles de años, la especie sapiens ha ido adaptándose con gran éxito a los distintos entornos, climas, amenazas… y forjando poco a poco su mejor versión.
Las condiciones en las que han vivido los seres humanos durante la mayor parte de su existencia distan mucho de las condiciones bajo las que vivimos en la actualidad. Tan solo hace 10.000 años con la llegada de la Revolución Agrícola cambió todo de forma drástica y repentina (en relación con los miles de años que llevábamos siendo cazadores-recolectores). Además, una vez convertidos en agricultores, volvimos a pasar relativamente rápido a ser “oficinistas” llevando un estilo de vida que todavía ni nuestro cuerpo físico ni nuestra mente o cerebro parecen haber integrado completamente. Nuestro genoma todavía no ha evolucionado suficiente para adaptarse a unos ritmos frenéticos, una sobreestimulación digital, aislamiento social en muchas ocasiones, sedentarismo extremo, alimentación poco nutritiva, disrupción de los ritmos circadianos, estrés crónico…etc.
Así pues, ¿cuáles son esas condiciones vitales coherentes con nuestra evolución, nuestra biología y con lo que nuestro cerebro necesita? De forma breve, los pilares para una salud holística son:
- El movimiento. Parece que la evolución ha premiado la actividad física con la mejora del funcionamiento cerebral. Son innumerables las investigaciones que demuestran los beneficios del ejercicio tanto para la salud física como la mental (neuroproteción, neuroplasticidad, mejora de las funciones cognitivas, del estado de ánimo, reducción de la ansiedad y depresión). Incluso se han visto mejoras sobre la autoestima, la autoeficacia y las habilidades sociales entre personas que practican deporte frente a las que no.
- Alimentos con alta densidad nutricional. Este índice indica la cantidad de nutrientes beneficiosos presentes en un alimento en relación a su valor energético o cantidad. Es decir, existen alimentos que contienen mayores proporciones de nutrientes (lo que mis células necesitan para realizar sus funciones, elaborar neurotransmisores, hormonas, etc) y que, por tanto, aportan la información necesaria a mis genes. Estos alimentos son aquellos que han estado presentes durante toda nuestra evolución: carnes, pescados, mariscos, huevos, frutas, verduras, tubérculos, semillas o frutos secos.
- Ritmos circadianos. Los ritmos circadianos son los cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas. Estos procesos, se rigen principalmente por las señales de luz y oscuridad que detecta nuestro hipotálamo. Con la sobreestimulación digital a la que estamos expuestos, este ritmo se ve claramente mermado. Uno de los cambios más evidentes -y que más alterado se ve en la actualidad- es el estado de vigilia/sueño. Cuando esto ocurre, los efectos nocivos sobre la salud son evidentes (aumento de niveles de ansiedad, estado de ánimo más decaido, dificultades para llevar a cabo mis metas, mantener mi atención y motivación, etc)..
- Naturaleza y exposición solar. La naturaleza mejora el estado de ánimo, refuerza mi Sistema Inmunológico, mejora mi concentración y creatividad e indirectamente, me expone a la luz solar tan necesaria para la síntesis de Vitamina D. Empieza a encontrarse una significativa relación entre su déficit y la depresión.
- Relaciones sociales de calidad. La “tribu” ha sido y sigue siendo imprescindible para la salud. Los estudios demuestran que es uno de los mejores amortiguadores del estrés. Pero también puede suponer una importante fuente de malestar si estas relaciones no son saludables.
- Seguir aprendiendo, exponiéndose a situaciones y desafíos nuevos favorece la neurogénesis, la motivación y el estado de ánimo. “Jugar” en la vida real ha formado siempre parte de nuestro repertorio conductual.
- Por último, pero no menos importante, crear una salud robusta también pasa por saber gestionar las emociones y tener un propósito de vida. Tener el espacio y el momento para mirarse, entenderse y descifrar los mensajes de las emociones que me acompañan, junto con encontrar propósitos (el de sobrevivir ya no es suficiente) que den sentido a mi existencia son otras de las claves de la salud.
Una vez leído el artículo lanzo al lector las siguientes preguntas: ¿Le das la información y los estímulos que necesitan tus genes para expresarse adecuadamente? ¿Vives de forma coherente a lo que necesita nuestra propia especie? ¿Crees que el estilo de vida actual -lejos, muchas veces, de cumplir las citadas condiciones- está relacionado con tu salud y la ansiedad? ¿Sobre cuáles de estos pilares crees que deberías mejorar para optimizar tu salud?
Aitana Navia López
BIBLIOGRAFIA
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