El trauma es una experiencia profundamente impactante que afecta tanto a la mente como al cuerpo, dejando huellas duraderas que pueden manifestarse a lo largo del tiempo. A pesar de que el evento traumático ocurrió en el pasado, sus efectos a menudo se prolongan en el presente, lo que genera patrones de reexperimentación y perpetúa el sufrimiento de la persona afectada.

Este fenómeno, conocido como la repetición del trauma, implica que las heridas emocionales del pasado siguen interfiriendo en la vida actual de quien lo ha sufrido. Te contamos las distintas formas en las que el trauma del pasado se manifiesta en el presente, tanto a nivel psicológico como neurobiológico, basándonos en investigaciones actuales y teorías del trauma.

La reexperimentación: El trauma que no se apaga

Una de las manifestaciones más comunes del trauma en el presente es la reexperimentación. Las personas que han vivido eventos traumáticos suelen revivir el evento de manera vívida a través de flashbacks, pesadillas o recuerdos intrusivos, que emergen inesperadamente. Estos episodios pueden ser detonados por triggers o desencadenantes que actúan como recordatorios del trauma original. Según Van der Kolk (2014), este proceso ocurre porque el trauma queda «almacenado» en el cuerpo y el cerebro, y ante un estímulo similar, la persona reacciona como si estuviera enfrentando la amenaza de nuevo. En este sentido, el pasado se entrelaza con el presente, haciendo que el trauma parezca no haber terminado nunca.

Este tipo de reexperimentación también puede tomar formas más sutiles, como la revictimización, donde la persona repite patrones de relaciones o situaciones que perpetúan el trauma original. Esto es especialmente común en casos de abuso, donde la víctima puede verse inmersa, de manera inconsciente, en nuevas situaciones abusivas que reafirman las creencias negativas formadas durante el trauma inicial (Herman, 1992).

 

La respuesta de evitación: Una estrategia ineficaz

Otro patrón común en la repetición del trauma es la evitación. Las personas que han vivido experiencias traumáticas a menudo evitan lugares, situaciones o personas que les recuerden el evento. Aunque esta es una respuesta natural de protección, puede convertirse en un círculo vicioso, limitando la vida del individuo y evitando la sanación emocional. La evitación impide procesar adecuadamente el trauma, lo que lo mantiene «activo» en el presente. Como señala Rothschild (2000), aunque la evitación ofrece un alivio temporal, refuerza los síntomas a largo plazo, haciendo que el trauma siga presente de manera silenciosa pero constante.

 

La hipervigilancia y el estado de alerta constante

El trauma también se manifiesta en el presente a través de una hipervigilancia o estado de alerta constante, donde la persona se encuentra continuamente preparada para enfrentar una nueva amenaza. Esta respuesta está vinculada al sistema nervioso, que queda «secuestrado» por la experiencia traumática, alterando la percepción del entorno. Según investigaciones de Yehuda (2002), el trauma puede dejar cambios neurobiológicos duraderos, afectando áreas del cerebro como la amígdala y el hipocampo, que están relacionados con la respuesta al estrés y la memoria. Estos cambios mantienen al cuerpo en un estado de hiperactivación, afectando el sueño, la concentración y las emociones cotidianas.

 

La somatización: El cuerpo recuerda

La somatización es otra forma en la que el trauma del pasado se repite en el presente. Las personas que han sufrido traumas pueden desarrollar síntomas físicos sin una causa médica aparente, como dolores crónicos, problemas digestivos, fatiga extrema o tensión muscular. El cuerpo, incapaz de procesar el trauma emocionalmente, lo expresa a través de síntomas físicos. Esta idea está respaldada por la teoría de que el trauma queda almacenado en el cuerpo, como plantea Van der Kolk (2014), lo que hace que el sufrimiento físico sea una extensión del dolor emocional no resuelto.

 

La neurobiología del trauma: Cambios duraderos en el cerebro

El trauma no solo afecta la psique, sino que también provoca cambios en la estructura y funcionamiento del cerebro. Investigaciones en neurociencia han demostrado que el trauma puede alterar áreas como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal, las cuales están implicadas en la memoria, la regulación emocional y la toma de decisiones (Bremner, 2006). Estas alteraciones hacen que las personas con trauma sean más propensas a reaccionar de manera desproporcionada ante situaciones de estrés, reviviendo la sensación de peligro del pasado en contextos actuales.

 

Factores que perpetúan el trauma en el presente

No todas las personas que experimentan un trauma quedan atrapadas en un ciclo de reexperimentación o somatización. Factores como la resiliencia, el apoyo social y los recursos personales juegan un papel crucial en la capacidad de una persona para sanar y evitar la repetición del trauma (Bonanno, 2004). Sin embargo, aquellos que carecen de estas redes de apoyo o que han sido expuestos a múltiples traumas tienen un riesgo mayor de que el pasado se mantenga vivo en el presente.

 

La oportunidad de sanación: Psicoterapia y reconexión

La terapia psicológica ofrece una vía para romper el ciclo de repetición del trauma. La terapia de exposición, la terapia cognitivo-conductual y las intervenciones basadas en el mindfulness han demostrado ser eficaces en la desensibilización de los recuerdos traumáticos y en la modificación de los patrones de pensamiento que perpetúan el trauma (Foa et al., 2009). A través de la confrontación controlada de los recuerdos y el desarrollo de nuevas formas de interpretar el pasado, las personas pueden comenzar a ver el trauma como una experiencia que pertenece al pasado, en lugar de algo que sigue definiendo su presente.

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Referencias

  • Bonanno, G. A. (2004). Loss, trauma, and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events? American Psychologist, 59(1), 20-28.
  • Bremner, J. D. (2006). Traumatic stress: Effects on the brain. Dialogues in Clinical Neuroscience, 8(4), 445–461.
  • Foa, E. B., Hembree, E. A., & Rothbaum, B. O. (2009). Prolonged exposure therapy for PTSD: Emotional processing of traumatic experiences. Oxford University Press.
  • Herman, J. L. (1992). Trauma and recovery. Basic Books.
  • Rothschild, B. (2000). The body remembers: The psychophysiology of trauma and trauma treatment. Norton & Company.
  • Van der Kolk, B. A. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking Penguin.
  • Yehuda, R. (2002). Post-traumatic stress disorder. New England Journal of Medicine, 346(2), 108-114. 
Directora, psicóloga y supervisora en Centro Psicológico SMC | + posts

Terapeuta Gestalt especializada en un modelo integral de intervención para el tratamiento de la ansiedad, trastornos del estado de ánimo, estrés, enfermedades psicosomáticas, y acompañamiento en la etapa perinatal, entre otros.

Tags: Trauma

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