¿Alguna vez te has preguntado qué ocurre en tu cerebro cuando practicas la compasión hacia ti mismx o hacia los demás? La práctica de la compasión es un fenómeno complejo. Está demostrado que la terapia focalizada en la compasión tiene efectos positivos en pacientes con lesiones cerebrales traumáticas, trastornos de personalidad, trastornos psicóticos o trastornos alimentarios, entre otros. 

Si bien se sabe que dicha práctica acaba aumentando el bienestar emocional generando resiliencia, favoreciendo una mayor sintonía con los demás y reduciendo el malestar emocional de la persona que la practica, también es cierto que otras emociones, como la tristeza o la vergüenza, forman parte del proceso. Comprender el sustrato biológico subyacente a la práctica de la compasión nos puede ayudar a comprender mejor su naturaleza y su potencial terapéutico.

El psicólogo estadounidense de origen estonio, Jaak Panksepp, estuvo estudiando los siete circuitos emocionales primarios. Observó que, cuando las personas practicamos la autocompasión, ponemos en marcha el circuito del cuidado (que va desde el hipotálamo hasta el área tegmental ventral y el circuito de búsqueda) y generamos oxitocina y opioides endógenos, lo que alivia las emociones desagradables que podamos estar experimentando. Como dice el psicólogo Alejandro Almandoz, del centro psicológico SMC: “Cuando practicamos la autocompasión, con gestos físicos, con tonos de voz amable, o cuando nos cuidamos a nosotros mismos, generamos en nuestro interior un sentido de seguridad que contrarresta el estrés generado por el sistema de amenaza y defensa”.

Por su parte, en un experimento con electroencefalograma, el psicólogo estadounidense Richard Davidson observó qué ocurría en el cerebro de monjes budistas con más de 10.000 horas de práctica ejercitando conscientemente la compasión. Cuando practicaban la compasión, su córtex prefrontal izquierdo estaba mucho más activo que el derecho y fuertemente conectado a la amígdala, y las ondas gamma tenían una amplitud y sincronía nunca vistas.  A la luz de estos resultados, decidió repetir este experimento con personas que, en lugar de tener una extensa trayectoria en la práctica de la compasión, llevaran nada más que una semana de entrenamiento. En dicho estudio descubrió que los resultados eran los mismos, pero mucho más atenuados.

Estos resultados parecen indicar que la compasión puede ser entrenada y que, cuanto más se practique, mayores serán sus efectos. En palabras del propio Richard Davidson: “El bienestar puede aprenderse, pero requiere práctica. No hay ningún sustituto para la práctica”.

Sin embargo, como comentábamos al principio, al iniciarse en el camino de la práctica de la compasión (en concreto, de la autocompasión) también es posible entrar en contacto con sentimientos dolorosos o incómodos, como la vergüenza, en la que están implicadas áreas como el lóbulo occipital, el lóbulo parietal, el medial frontal y el precúneo. Esto se traduce en que la práctica de la compasión no siempre genera alivio inmediato, sino que puede implicar atravesar momentos difíciles al enfrentar emociones profundamente arraigadas. No obstante, este proceso es fundamental para el desarrollo de una mayor resiliencia emocional y autocomprensión, ya que aprender a aceptar y manejar estas emociones es lo que, a largo plazo, fortalece nuestra capacidad para sentir compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Así que, además de los efectos positivos en nuestro cerebro y bienestar emocional, la práctica de la compasión también nos lleva a enfrentar emociones complejas. Es precisamente este equilibrio entre alivio emocional y confrontación de sentimientos incómodos lo que hace de la compasión una herramienta poderosa para el crecimiento personal y la salud mental.

Ahora que conoces más sobre el impacto de la compasión, ¿te animas a experimentarlo por ti mismx? Te invito a practicar la compasión contigx mismx y con los demás durante al menos una semana. Anota tus sensaciones en un diario y observa cómo te sientes. ¡Quizá te sorprendas!

Sofía Hernández

Bibliografía

  • Davidson, R. J. (2002). Toward a biology of positive affect and compassion. Visions of compassion: Western scientists and Tibetan Buddhists examine human nature, 107-130.
  • Desmond, T. (2017). The Self-Compassion Skills Workbook: A 14-Day Plan to Transform Your Relationship with Yourself. Estados Unidos: W. W. Norton.
  • Sánchez-García, J., Rodríguez, G. E., Hernández-Gutiérrez, D., Casado, P., Fondevila, S., Jiménez-Ortega, L., … y Martín-Loeches, M. (2021). “Neural dynamics of pride and shame in social context: an approach with event-related   brain electrical potentials”. Brain Structure and Function, 1-15
Directora, psicóloga y supervisora en Centro Psicológico SMC | + posts

Terapeuta Gestalt especializada en un modelo integral de intervención para el tratamiento de la ansiedad, trastornos del estado de ánimo, estrés, enfermedades psicosomáticas, y acompañamiento en la etapa perinatal, entre otros.

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