En los últimos años, la salud mental ha ganado un protagonismo que hasta ahora nunca había tenido. Tanto en los debates públicos como en la cotidianidad de la gente este tema aparece de forma recurrente. En las conversaciones entre amigos, en las tertulias de televisión, en el cine, en las redes sociales… incluso en el Congreso, este tema irrumpe cada vez más veces y es tratado con mayor seriedad.

Y es que cada vez hay más gente que es consciente de cierto malestar, de que hay algo en sus vidas que no marcha como debería y que les hace sentir insatisfechos. Para dar respuesta a esta insatisfacción, han aparecido muchas comunidades y muchos influencers que nos dan consejos para conseguir una mejora en nuestras vidas.

“Conviértete en la mejor versión de ti mismo”, “Saca tu máximo potencial”, “Consigue que tu día sea lo más productivo posible”, “Haz cosas que te aporten valor” son frases que se escuchan constantemente en posts, vídeos y podcasts. 

Estas frases, aunque bienintencionadas, tienen en el trasfondo la idea de que “para ser feliz hay que ser lo más productivo posible y acumular muchos logros”. Pero, ¿es esto realmente cierto?

Es innegable que la satisfacción laboral (o académica) es algo que influye en la forma en que nos vemos a nosotros mismos, pero, ¿realmente es positivo que esto sea lo más importante para nosotros? ¿Y las relaciones sociales? ¿Y el tiempo de descanso y de ocio? Parece que estas otras áreas de nuestras no cobran tanta relevancia cuando, realmente, sí la tienen. 

Son muchos los riesgos de enfocarse solamente en nuestro trabajo: ansiedad, aislamiento social, burnout… ¿A qué se debe que ser productivo se identifique como un medio para ser feliz? Podríamos hablar de muchas variables individuales que contribuyen a que muchos tengamos esta idea, como, por ejemplo, la falta de autoestima. Sin embargo, esta narrativa arraiga en algo mucho más amplio, como es la cultura y el contexto social que vivimos actualmente y que influye enormemente en nuestros valores, ideas y deseos.

Sobre este tema reflexiona el autor Byung-Chul Han, que ha publicado más de 20 libros en los que estudia este tipo de cuestiones. 

Su obra más destacable, “La sociedad del cansancio” (2010), analiza cómo el mundo laboral exige de nosotros que maximicemos nuestro propio potencial de forma continua. Esto, según Han, ha conducido progresivamente a la “autoexplotación”, donde nos obligamos a trabajar más, con la creencia de que debemos mejorar constantemente para tener éxito y, en consecuencia, ser felices.

Esta idea ha echado raíces en la vida de muchas personas, y se ha extendido a otras áreas más allá de lo laboral. De este modo, ya no sentimos que tenemos que ser “productivos y valiosos” en el trabajo, sino también fuera de él: al hacer deporte, al consumir productos culturales (cine, libros…), en eventos sociales… Y, para confirmar que estos logros han merecido la pena, exhibimos esta individualidad en la que tanto hemos trabajado en las redes sociales, como si estas fuesen un escaparate de nuestros logros.

Esta tendencia a la que nos vemos empujados es algo agotador, ya que provoca que ni siquiera en el tiempo de descanso podamos descansar. Siempre estamos en tensión para ser “la mejor versión de nosotros mismos”, incluso en algo que se supone que hacemos para disfrutar y desconectar de nuestras obligaciones. 

Frente a esta estrategia vital que, a largo plazo, produce tanto agotamiento e insatisfacción (pues bajo el deseo de mejorar constantemente subyace el sentimiento de que no somos lo suficientemente buenos), el autor defiende la necesidad de tener una vida más pausada, en la que no nos domine la hiperproductividad y la necesidad constante de producir. 

En su libro “Vida contemplativa. Elogio de la inactividad” (2023) habla de la importancia de detenernos y reflexionar en nuestro día a día. Invita a una vida contemplativa, la cual nos permita una mayor serenidad y una relación más profunda con nosotros mismos y con el mundo. Frente a una existencia marcada por la búsqueda de logros, Han promueve una forma de vida más lenta, atenta y abierta a la experiencia. 

Y tú, ¿te has planteado alguna vez cómo afecta a tu vida la cultura de la hiperproductividad? Para ayudarte a reflexionar sobre el tema, te dejo una serie de preguntas:

  • ¿Cómo me siento si no logro todas mis metas y objetivos? 
  • ¿Me puedo permitir estar una tarde sin hacer nada “de provecho” o productivo?
  • Cuando practico una afición, ¿me permito desconectar y disfrutar de ello aunque no me salga perfecto? ¿O estoy buscando constantemente mejorar en ello?

Pablo Cortina. 

Bibliografía:

  • Han, B.-C. (2010). La sociedad del cansancio. Taurus.
  • Han, B.-C. (2023). Vida contemplativa. Elogio de la inactividad. Taurus.
Directora, psicóloga y supervisora en Centro Psicológico SMC | + posts

Terapeuta Gestalt especializada en un modelo integral de intervención para el tratamiento de la ansiedad, trastornos del estado de ánimo, estrés, enfermedades psicosomáticas, y acompañamiento en la etapa perinatal, entre otros.

Tags: Estres

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