En nuestro día a día escuchamos cada vez más, términos como compasión y empatía, que nos invitan a ponernos en el lugar del otro, ayudarlo, entenderlo, conceptos que intentamos adoptar e inculcar a nuestros hijos, con el fin de conseguir una sociedad mejor. ¿Sin embargo, conocemos el verdadero significado? ¿Es lo mismo ser empático que compasivo? ¿Se puede ser compasivo sin tener empatía? ¿Es la compasión lo mismo que la pena?
Para lograr aclarar el verdadero significado de ambos conceptos me gustaría aclarar primero el origen de los mismos. Si hablamos de empatía, cabe destacar que es una palabra proveniente del griego que significa “sentir dentro”, y que actualmente la RAE la define como “sentimiento o capacidad de identificarse con algo o con alguien”.
Enmarcado en el campo de la psicología, se considera la empatía como comprender al otro, adentrarse en su mundo afectivo, conectando con sus sentimientos. El psicólogo Daniel Goleman (1995) la define como “la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás”. Para nosotrxs lxs psicólogxs, es una habilidad básica a la hora de sostener el vínculo terapéutico y mantener la relación de ayuda, algo tan esencial en nuestro ejercicio profesional, y por supuesto, fuera de él a nivel personal.
Por otro lado, compasión proviene del latín y significa “sufrir juntos”, la RAE la define como “un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Dentro del contexto psicológico, nos encontramos con definiciones como la de Goetz y cols (2010) “el sentimiento que surge al presenciar el sufrimiento de otro y que conlleva un deseo de ayudar”.
Aquí podemos observar una de las diferencias entre ambos términos, si bien la empatía supone comprender y conectar con el mundo interno de la persona refiriéndose a sentimientos tanto negativos como positivos, la compasión alude a conectar únicamente con su sufrimiento. Ahora bien, si en ambos casos hablamos de conectar con el mundo interior del otro… ¿Es el sufrimiento lo único que los hace diferentes? La respuesta es negativa; la empatía conecta y comprende, la compasión, sin embargo, puede no comprender, pero se preocupa y se ocupa, añade la acción, la motivación que surge para aliviar el dolor del otro, hace que aparezca el deseo de ayudarlo. Evidentemente forman un buen equipo, ya que, si unx logra empatizar, es más probable que aparezca el deseo de ayudar. Sin embargo, puede aparecer la compasión sin la empatía y viceversa.
Quizás se confunde con lástima, debido a la interpretación social y al propio significado lingüístico, sin embargo, si lo analizamos, la pena nos sitúa en otro plano, de superioridad, observamos desde ahí y no actuamos, a diferencia de la compasión que nos iguala y nos mueve a la acción.
Aludiendo a la famosa película de Inside Out (2015), en la que las emociones cobran vida, me imagino a la empatía como un personaje cercano, que se interesa por ti, que se acerca, te acompaña y te pregunta ¿cómo te sientes? Permanece a tu lado y su proximidad hace que te sientas acompañado, vive contigo tus emociones y te lo hace saber, comprendiendo tu estado casi como si ella mismo lo estuviera transitando. Es como si te dijera: “intento ponerme en tus zapatos, camino a tu lado”.
Luego estaría la compasión, y aquí pensamos ¿en un personaje diferente? Creo que, en algunos casos, es la empatía evolucionada, mejorada, ella se sienta, pero no solo camina a tu lado, te da la mano y te ofrece ayuda, pasa a la acción, vive tus emociones y busca soluciones, comprende y ayuda. En otros casos aparece sola motivada por la simpatía, y a pesar de no comprender y vivir tus emociones, se dispone a ayudarte.
Que maravilloso sería tener estas dos amigas a tu lado, por un lado la que se sienta y te acompaña, te escucha, te valida, y por otro la que después de eso, se prepara para la acción, tiende su mano y te invita a aliviar tu sufrimiento.
Estas compañeras, tan valiosas, es importante buscarlas tanto fuera como dentro de unx mismx; ser capaz de entendernos, validar lo que sentimos, sin juzgarnos, para luego actuar en pro de mitigar ese dolor, es tan importante como ofrecérselo a los demás.
Como vemos son dos habilidades íntimamente relacionadas, pero a la vez diferenciadas: habilidades importantísimas que debemos entrenar para mantener siempre cerca, comenzando por nosotrxs, empatizar con unx mismx y ser autocompasivo es el primer escalón para poder serlo con el mundo. ¿Merece la pena intentarlo?
Karina González.